Esto que soy, eso te doy (E. Meana)
La canción que te invito a que recorramos juntos es:
ESTO QUE SOY, ESO TE DOY
A veces te pregunto “¿por qué yo?” y sólo me respondes “porque quiero”.Es un misterio grande que nos llames así, tal como somos, a tu encuentro.Entonces redescubro una verdad: mi vida, nuestra vida es un tesoro.Se trata entonces sólo de ofrecerte con todo nuestro amor, esto que somos.
¿QUÉ TE DARÉ?, ¿QUÉ TE DAREMOS?,¡SI TODO, TODO, ES TU REGALO!TE OFRECERÉ, TE OFRECEREMOSESTO QUE SOMOS...ESTO QUE SOY, ¡ESO TE DOY!
Esto que soy, eso es lo que te doy. Esto que somos es lo que te damos.Tú no desprecias nuestra vida humilde, se trata de poner todo en tus manos.Aquí van mis trabajos y mi fe, mis mates, mis bajones y mis sueños;y todas las personas que me diste desde mi corazón te las ofrezco.
Vi tanta gente un domingo de sol. Me conmovió el latir de tantas vidas...y adiviné tu abrazo gigantesco y sé que sus historias recibías.Por eso tu altar luce vino y pan: son signo y homenaje de la vida.Misterio de ofrecerte y recibirnos, humanidad que Cristo diviniza.
Primera semilla: “¡Ya sé cómo sos!”Imaginate Tierra del Fuego en invierno, en un campo helado, frente al mar.Allí empezó a nacer esta canción... Yo era Padre director de una escuela agrícola, con muchos alumnos adolescentes de muy lejos, que por eso estudiaban y a la vez vivían allí.Cada anochecer, tras la Misa en comunidad, caminaba sobre el hielo crujiente o la nieve fresca, y en ese bajocero cortante dejaba que fluyera, crudo, el rezo en voz alta.Le ponía palabras a lo que el día había traído sobre mis espaldas de joven director. El peso de lo mío, el peso de los demás... sobre todo el de los jóvenes allí residentes.Procuraba en mi trabajo cotidiano dar ese “plus” de amor que la situación exigía, pero... a veces sentía mi servicio insuficiente, y a la vez agotador.Por darte un ejemplo, antes de dormir pasaba saludándolos, uno por uno, pensando en sus familias lejanas y extrañadas; pero... sentía que “yo no daba la talla” ante tanta necesidad de consejo y acompañamiento.Hasta que una vez en que me dolían mis impotencias, ahí en la noche escarchada le pedí explicaciones a Dios: “¿Por qué yo, que soy tan limitado? ¿Por qué me ponés como Padre, si estos pibes, y la Escuela, y estos hermanos, necesitan a alguien más maduro, más sólido, más Padre?”.Y emergió un eco grave: “Ya sé como sos... Estás ahí porque yo quiero: Da lo que sos”.
Creo que ese día marcó un antes y después en mi espiritualidad.En mi relación interior conmigo mismo, con Dios, con todos.Súbitamente vi que yo creía que había que ser “perfecto”, intachable, siempre 10 puntos en todo. Vi que en mi formación se coló un perfeccionismo disfrazado de cristianismo. Una mentalidad de “¡a Dios lo mejor!”... Pero entonces, ¿qué hago con lo peor? ¿Qué hago con lo peor de mí, con mis sombras, con mi pecado, con mis límites?Esa noche, bramante el mar cercano, supe que a Dios hay que darle todo. Todo.No lo que uno “quisiera ser” sino lo que uno “es”.No a mi yo perfecto, que sólo existe en mi imaginación. Sino a mí mismo, completo, integral. No mi yo desde un moralismo que exalte lo “bueno”... y barra bajo alguna alfombra lo “malo”; sino a mi yo total, mi yo-ante-Dios, mi “mismidad” fluyente, mi yo “existencial”.
Eso quiero compartirte: el relato y la propuesta de un paso hacia una fe más curtida y real y “pascual”.Una fe siempre joven, más allá de esa fe adolescente –por lo “egocentrada” – a veces tan ingenuamente borracha de blanconegros e idealizaciones.Dios te ama. A vos. No ama una imagen perfecta e intemporal de vos, sino a vos.No abraza a un abstracto ideal intachable de hijo, sino al concreto hijo perdido y rescatado.El problema es que nosotros no amamos nuestra realidad: en nuestro perfeccionismo se encubre nuestra soberbia... nos encantaría ser perfectos, y nos creemos que Dios avala esa búsqueda de pedestal.Y por eso (nos) mentimos bastante.Pero cuando te amás como Dios te ama -con ese realismo misericordioso con que Dios pone su Reino en manos de hombres limitados-, empezás a reconciliarte, y a curarte, y a descubrir tus límites como lugares donde dejarte abrazar por Dios... y por los demás.Y te agotás menos y rendís más: porque tu “yo perfeccionista” sólo está satisfecho con lo que te sale perfecto, y colapsa ante cualquier fracaso real o imaginario; en cambio tu yo “esto que soy, eso te doy”, da con sencillez lo que puede, y acepta con más humor lo que no puede.Y en el borde de tus límites te asombrás de un Dios que actúa –pues ya perdida tu omnipotencia activista, le reconociste su espacio.Y empezás a ver la historia, la tuya y la nuestra, como limitado pero santo lugar de despliegue de ese Reino que crece en y desde los ritmos de lo humano, tan pequeño, tan sagrado. Lo que sos-das, es tal lugar.
¿Será por eso que esta canción ha llegado a muchos corazones?¿Será que muchos jóvenes –de cualquier edad– necesitamos ofrecer a Dios no sólo el ideal que buscamos sino sobre todo la realidad que somos?¿Será que muchos necesitan ofrecerle a Dios lo que son, desde una mayor aceptación de sí mismo?(Serena “aceptación” como base de la salud psicológica, correlativa a la luminosa “humildad” como base de la entrega heroica que llamamos santidad).La sustancia de las dos primeras estrofas y del estribillo nacieron así; aunque esas intuiciones aún tardarían años en plasmarse como canción. (Es que aún faltaban cosas por descubrir y nombrar).En una próxima entrega te haré llegar las “semillas” que aportan las restantes estrofas de esta canción.
¡Un abrazo!P. Eduardo Meana, SDB
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