lunes, 15 de marzo de 2010

15 de marzo: Beato Artémides Zatti

Artémides Zatti nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880. No tardó en experimentar la dureza del sacrificio, tanto que a los nueve años ya se ganaba el jornal como peón. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios del 1897, emigró a Argentina y se estableció en Bahía Blanca. El joven Artémides comenzó enseguida a frecuentar la parroquia dirigida por los Salesianos, encontrando en el párroco don Carlos Cavalli, hombre piadoso y de extraordinaria bondad, su director espiritual. Fue éste quien lo orientó hacia la vida salesiana. Tenía 20 años cuando entró en el aspirantado de Bernal.

Asistiendo a un joven sacerdote enfermo de tbc, contrajo esta enfermedad. La paternal solicitud del P. Cavalli – que lo seguía de lejos – hizo que le buscaran la Casa salesiana de Viedma, de clima más propicio, y donde, sobre todo, había un hospital misionero con un estupendo enfermero salesiano que hacía prácticamente de «médico»: P. Evasio Garrone. Este invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación, sugiriéndole hiciera esta promesa: «Si Ella te cura, tu te dedicarás toda la vida a estos enfermos». Artémides hizo de buen gusto tal promesa; y se curó misteriosamente. Más tarde dirá «Creí, prometí, curé». Estaba ya trazado su camino con claridad y él lo comenzó con entusiasmo. Aceptó con humildad y docilidad el no pequeño sufrimiento de renunciar al sacerdocio. Emitió como hermano coadjutor su primera Profesión el 11 de enero de 1908 y la Perpetua el 8 de febrero de 1911. Coherente con la promesa hecha a la Virgen, se consagró inmediata y totalmente al Hospital, ocupándose en un primer momento de la farmacia aneja, pero después, cuando en 1913 murió el P. Garrone, toda la responsabilidad del hospital cayó sobre sus espaldas. Fue en efecto vicedirector, administrador, diestro enfermero apreciado por todos los enfermos y por todo el personal sanitario, que poco a poco le fue dando mayor libertad de acción.

Su servicio no se limitaba al hospital sino que se extendía a toda la ciudad, y hasta a las dos localidades situadas en las orillas del río Negro: Viedma y Patagones. En caso de necesidad se movía a cualquier hora del día y de la noche, sin preocuparse del tiempo, llegando a los tugurios de la periferia y haciéndolo todo gratuitamente. Su fama de enfermero santo se propagó por todo el Sur y de toda la Patagonia le llegaban enfermos. No era raro el caso de enfermos que preferían la visita del enfermero santo a la de los médicos.

Artémides Zatti amó a sus enfermos de manera verdaderamente conmovedora. Veía en ellos a Jesús mismo, hasta tal punto que cuando pedía a las hermanas ropa para otro muchacho recién llegado, decía: «Hermana, ¿tiene ropa para un Jesús de 12 años?». La atención hacia sus enfermos alcanzaba rasgos muy delicados. Hay quien recuerda haberlo visto llevarse a la espalda hacia la cámara mortuoria el cuerpo de algún acogido muerto durante la noche, para sustraerlo a la vista de los otros enfermos: y lo hacía recitando el De Profundis. Fiel al espíritu salesiano y al lema dejado como herencia por D. Bosco a sus hijos – «trabajo y templanza» – desarrolló una actividad prodigiosa con habitual prontitud de ánimo, con heroico espíritu de sacrificio, con despego absoluto de toda satisfacción personal, sin tomarse nunca vacaciones ni reposo. Hay quien ha dicho que sus únicos cinco días de descanso fueron los que transcurrió...¡en la cárcel! Sí, conoció también la prisión por la fuga de un preso recogido en el Hospital, fuga que se la quisieron atribuir a él. Salió absuelto y su vuelta a casa fue un triunfo.

Fue hombre de fácil relación humana, con una visible carga de simpatía, alegre cuando podía entretenerse con la gente humilde. Pero sobre todo, fue un hombre de Dios. Artémides Lo irradiaba. Un médico más bien incrédulo del Hospital, decía: «Cuando veía al señor Zatti, vacilaba mi incredulidad». Y otro: «Creo en Dios desde que conozco al señor Zatti».

En 1950 el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue en esa ocasión cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo lúcidamente diagnosticó. Continuó sin embargo cuidando de su misión todavía un año más, hasta que tras sufrimientos heroicamente aceptados, se apagó el 15 de marzo de 1951 con total conocimiento, rodeado del afecto y del agradecimiento de toda la población.

(fuente: www.vatican.va)

viernes, 12 de marzo de 2010

Don Orione, un educador apasionado

El 15 de octubre de 1893, Don Orione, por entonces un seminarista de 21 años, fundaba una escuela en un humilde barrio de Tortona que albergaba a 40 chicos de las familias olvidadas de los valles cercanos. Esa escuela fue la semilla de la Congregación de Don Orione.

En aquel momento histórico existía una gran brecha entre el pueblo y la Iglesia; las ideologías anticlericales iban arrancando del corazón del hombre el preciado don de la fe. Don Orione lo vive en su propia familia, por esa razón consagrará su vida a cerrar la brecha entre la Iglesia y el Pueblo, entre la religión y la sociedad, y lo hará comenzando por una escuela.

Vivió con pasión por “salvar a la niñez y a la juventud, sol o tempestad del mañana”. Estaba convencido que el único modo de salvar a la sociedad era educándola. Escribía en una de sus cartas: “Tengo necesidad de correr por toda la tierra y por todos los mares, y me parece que la caridad de Nuestro Señor Jesucristo dará vida a todas las tierras y a todos losa mares y todos clamarán por Jesucristo... Abrir colegios muy fieles al Papa, es decir muy fieles a Jesucristo”.

Instauró ”un sistema nuevo de educar” que lo llamó “Sistema Cristiano Paternal”, entre cuyos rasgos principales se destacan:

- El ambiente de familia que debe reinar en cada escuela.
- El buen uso del tiempo (para alumnos y docentes).
- Adhesión a los valores del pueblo.
- Didáctica ágil que facilite y acompañe el estudio.
- Papel central de la afectividad: “El corazón es la gran puerta de entrada de todos los valores humanos”.

Según palabras de Don Orione, “una escuela es una gran obra de Caridad”. Nosotros podríamos agregar que una obra de caridad es siempre una gran escuela.

(Fuente: www.donorione2007.com.ar)