sábado, 5 de diciembre de 2009

Carta de Don Bosco a los Primeros Misioneros

A los primeros misioneros: “Buscad almas”

Recuerdos, 11 de noviembre de 1875

La tarde del 11 de noviembre de 1875, en la iglesia de María Auxiliadora de Valdocco, tenía lugar una grandiosa celebración, la de la partida de los primeros diez misioneros salesianos (seis sacerdotes y cuatro coadjutores) para la Argentina. Cada uno de ellos recibió de mano de Don Bosco un folleto en donde estaban impresos estos “Recuerdos”. En ellos se encuentran las preocupaciones mayores del santo: celo ardiente, sobre todo en favor de los pequeños y de los pobres. Templanza, desapego, prudencia, caridad y cortesía en todas las relaciones externas. Caridad fraterna, fe, oración y sacramentos .

1. Buscad almas, no dinero, ni honores, ni dignidades.

2. Sed caritativos y en extremo corteses con todos, pero huid de la conversación y familiaridad con personas de diferente sexo o de conducta sospechosa.

3. No hagáis visitas, sino por motivos de caridad y de necesidad.

4. No aceptéis jamás invitaciones para comer, a no ser por gravísimas razones. En estos casos, procurad ir acompañados.

5. Preocupaos especialmente de los enfermos, de los niños, de los pobres y de los ancianos, y os granjearéis las bendiciones de Dios y la benevolencia de los hombres.

6. Sed obsequioso con todas las autoridades civiles, religiosas, municipales y gubernativas.

7. Saludad respetuosamente a las personas investidas de autoridad que encontréis a vuestro paso por la calle.

8. Conducíos de igual manera con los eclesiásticos y con los religiosos.

9. Evitad el ocio y las disputas. Grande sobriedad en el comer, en el beber y en el descanso.

10. Amad, temed , respetad a las demás órdenes religiosas y hablad siempre bien de ellas. Este es el medio de ganaros la estima de todos y promover el bien de la Congregación.

11. Cuidad de la salud. Trabajad, mas sólo lo que os permitan vuestras fuerzas.

12. Procurad que el mundo conozca que sois pobres en el vestir, en el comer, en las habitaciones, y seréis ante Dios y os adueñaréis de los corazones de los hombres.

13. Amaos los unos a los otros, aconsejaos, corregíos recíprocamente, no seáis envidiosos, ni os guardéis rencor; antes, el bien de uno sea el bien de todos, las penas y los sufrimientos de uno ténganse como penas y sufrimientos de todos, y esmérese cada uno por alejarlas o al menos por mitigarlas.

14. Observad las Reglas. No dejéis jamás de hacer el ejercicio mensual de la buena muerte (Amén).

15. Cada mañana encomendad a Dios las ocupaciones del día, y en particular las confesiones, las clases, los catecismos y los sermones.

16. Recomendad constantemente la devoción a María Santísima Auxiliadora y a Jesús Sacramentado.

17. Recomendad a los jóvenes la confesión y comunión frecuentes.

18. Para cultivar las vocaciones eclesiásticas inculcad: a) amor a la castidad; b) horror al vicio opuesto; c) apartamiento de los díscolos; d) comunión frecuente; e) caridad con muestras de especial amabilidad y benevolencia (Amén)-

19. Antes de dar juicio sobre lo que os refieran, o de fallar sobre una cuestión, oíd a las dos partes.

20. En los padecimientos y en las fatigas no olvidemos que nos espera gran premio en el cielo (Amén)

(Archivo 132, Taccuini 5; cfr MB XI, 389-390)


Al jefe de la expedición, Don Cagliero (futuro cardenal), le entregó Don Bosco, la víspera del embarque en Génova, una serie de recomendaciones particulares, entre las cuales estaban las siguientes:

...8.° Nadie alabe lo que sabe o lo que hace; puesta la mano en el trabajo, cada uno haga lo que pueda sin ostentación.

...Haced lo que podáis: Dios hará lo que no podamos hacer nosotros. Confiadlo todo a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros.

Yo os acompaño con mis oraciones y cada mañana os recordaré a todos en la Santa Misa. Dios os bendiga doquiera que vayáis; rogad por mí y por vuestra Madre la Congregación.
Amén

Sac. JUAN BOSCO
Sampierdarena, 13 de noviembre de 1875.
(MB XI, 394-395)

sábado, 28 de noviembre de 2009

Don Pascual Chávez Villanueva confirmado Presidente de la Unión de Superiores Generales

(ANS – Roma) - Don Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor de los Salesianos, ha sido confirmado Presidente de la Unión Superiores Generales (USG) para el trienio 2009-2012.

La elección se ha realizado hoy durante la asamblea general del USG celebrada en el Salesianum de Roma, a continuación de la 74ª Asamblea semestral desarrollada el 26 y 27 de noviembre. El plebiscito casi unánime ha indicado la estima y el aprecio por el trabajo desarrollado por Don Chávez en los últimos años.

Don Chávez fue elegido Presidente del USG por primera vez el 24 de noviembre de 2006.
Después ha venido la elección del Vice-presidente y de los otros miembros del Consejo USG.

Esta es la nueva composición:

Presidente: Chávez Villanueva Pascual (Salesianos Don Bosco)
Vice-Presidente: Abella Batlle Joseph Maria (Claretianos)

Consejeros:
Handgraetiner Thomas (Canónicos Regulares Premostratenses)
Marín Bruno (Benedictinos Sublacenses)
Rodríguez Carballo José (Orden de los Hermanos Menores)
Nicolás Adolfo (Compañía de Jesús)
Benzoni Rino (Javerianos)
Alvarez-Ossorio Javier (Congregaciones SS. Corazones – Picpus)
Ornelas Carvalho José (Dehonianos)
Aldegani Mario (Josefinos del Murialdo)
O’Rielly Kieran (Society of African Mission)
Turù Emili (Hermanos Maristas)

(fuente: www.infoans.org)

lunes, 23 de noviembre de 2009

Nuevas tecnologías, nuevas relaciones

He aquí una hermosa coincidencia para el mundo salesiano: el día de María Auxiliadora y la 43ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, cuyo tema "Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad" evidencia cómo "las nuevas tecnologías digitales están determinando cambios fundamentales en los modelos de comunicación y en las relaciones humanas".

En su mensaje, Benedicto XVI se ha dirigido, siguiendo al Vaticano II y sus predecesores, a los jóvenes invitándolos a abrirse a las nuevas tecnologías para promover la esperanza en un Dios hecho Hombre.

El mensaje pontificio contiene actitudes típicamente salesianas: la confianza en los jóvenes y la petición de que sean protagonistas en la evangelización del "nuevo continente digital". El Papa Benedicto ha escrito así: "En el mensaje de este año, mi pensamiento va dirigido sobretodo a quien forma parte de la llamada generación digital: con ellos desearía compartir algunas ideas sobre el extraordinario potencial de las nuevas tecnologías, si son usadas para favorecer la comprensión y la solidaridad humana".

Las "nuevas tecnologías, nuevas relaciones" tienen que llevarnos a asumir con valentía y creatividad el desafío de la educación y de la evangelización en los "nuevos patios" virtuales. El Papa recuerda: "A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os encontráis en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, corresponde en particular la tarea de la evangelización de este "continente digital".

La concomitancia con la solemnidad de la Auxiliadora, otorga a esta 43ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales una connotación particular. Como María que supo acoger la Palabra para donarla al mundo, los jóvenes son invitados por el Papa a responsabilizarse con entusiasmo del anuncio del Evangelio a los propios coetáneos. "Vosotros conocéis sus miedos y sus esperanzas, sus entusiasmos y sus desilusiones: el regalo más precioso que podéis hacerles es el de compartir con ellos la `buena noticia` de un Dios que se hizo hombre, padeció, murió y resucitó para salvar a la humanidad".

El mundo salesiano confíe esta Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, que invita a entrar en el "continente digital", a la Auxiliadora que ha conducido la fundación y la historia de la Congregación de Don Bosco.

Don Filiberto González, sdb
Consejero para la Comunicación Social

(fuente: www.infoans.org)

viernes, 20 de noviembre de 2009

Promover un saber iluminado por la fe

El Papa recibió el mediodía del 19 de noviembre en el Aula Pablo VI a los profesores y estudiantes de los pontificios ateneos romanos y a los participantes en la Asamblea General de la Federación Internacional de las Universidades Católicas (FIUC), según informó el VIS.

Al inicio de su discurso, el Santo Padre recordó que la Constitución Apostólica de Juan Pablo II “Sapientia christiana”, de la que este año se conmemoran treinta años, “señala la urgencia, aún actual, de superar la separación existente entre fe y cultura, invitando a un mayor compromiso de evangelización, con la firme convicción de que la Revelación cristiana es una fuerza transformadora, destinada a penetrar los modos de pensar, los criterios de juicio, las normas de acción. Es capaz de iluminar, purificar y renovar las costumbres de los seres humanos y sus culturas y debe constituir el punto central de la enseñanza y de la investigación, además del horizonte que ilumina la naturaleza y las finalidades de todas las facultades eclesiásticas”.

Benedicto XVI subrayó que las ideas de fondo de la “Sapientia christiana” “siguen siendo actuales. Es más, en la sociedad actual, donde el conocimiento es cada vez más especializado y sectorial, pero está muy marcado por el relativismo, se hace más necesario abrirse a la “sabiduría” que viene del Evangelio. El hombre es incapaz de comprenderse plenamente a sí mismo y al mundo sin Jesucristo: Solo Él ilumina su verdadera dignidad, su vocación, su destino último y abre el corazón a una esperanza sólida y estable”.

Los profesores y estudiantes, continuó, “no deben perder nunca de vista el fin que deben perseguir: ser instrumentos del anuncio evangélico. (…) Al mismo tiempo, es importante recordar que el estudio de las ciencias sagradas nunca se debe separar de la oración, de la unión con Dios, de la contemplación, porque de lo contrario las reflexiones sobre los misterios divinos pueden convertirse en un vano ejercicio intelectual”.

Dirigiéndose a los participantes en la asamblea general de la FIUC, que este año celebra el sesenta aniversario de la erección canónica, el Santo Padre les animó a “un nuevo impulso para renovar la voluntad de servir a la Iglesia. En este sentido -dijo-, vuestro lema es un programa también para el futuro de la federación: “Sciat ut serviat”, saber para servir”.

“En una cultura que manifiesta una “falta de sabiduría, de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis orientadora”, las universidades católicas -concluyó-, fieles a la propia identidad que hace de la inspiración cristiana un punto significativo, están llamadas a promover una “nueva síntesis humanista”, un saber que sea “sabiduría capaz de orientar al hombre a la luz de los primeros principios y de su fin último”, un saber iluminado por la fe”.

jueves, 19 de noviembre de 2009

La enseñanza religiosa escolar garantiza la libertad religiosa

Con motivo de la iniciación del año lectivo en el hemisferio norte, el prefecto de la Congregación para la Educación Católica, cardenal Zenón Grocholewski, envió a los episcopados del mundo una carta “sobre la enseñanza de la religión en la escuela”, en la que asevera que el respeto de la libertad religiosa exige la posibilidad de ofrecer a los alumnos de las escuelas públicas y privadas una educación religiosa en coherencia con su fe, aunque reconoce que la enseñanza de la religión en la escuela produce nuevos debates.

En algunos países, dice la carta, se introdujeron "nuevas normativas civiles, que tienden a reemplazar la enseñanza de la religión por una enseñanza del hecho religioso de naturaleza multiconfesional o por una enseñanza de ética y cultura religiosa, también en contraposición con la elección y la orientación educativa que los padres y la Iglesia quieren dar a la formación de las nuevas generaciones".

Ante todo, la carta señala que los primeros responsables de la educación son los padres, que necesitan "la ayuda subsidiaria de la sociedad civil y de otras instituciones", sobre todo de la escuela.

En este contexto, subraya, "una enseñanza que desconozca o que ponga al margen la dimensión moral y religiosa de la persona sería un obstáculo para una educación completa, porque los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios".

Por este motivo, afirma: "Se violan los derechos de los padres, si se obliga a los hijos a asistir a lecciones escolares que no corresponden a la persuasión religiosa de los padres, o si se impone un único sistema de educación del que se excluye totalmente la formación religiosa".

Esta afirmación encuentra correspondencia en el artículo 26 de la Declaración universal de los derechos humanos, y en muchas otras declaraciones y convenciones de la comunidad internacional.

"Además, se podría crear también confusión o engendrar relativismo o indiferentismo religioso si la enseñanza de la religión fuera limitada a una exposición de las distintas religiones, en un modo comparativo y ‘neutral’", advierte.

Toca a la Iglesia cuidar la pureza de la enseñanza religiosa
Dado que el poder civil no puede imponer las creencias de una religión, la carta explica que "corresponde a la Iglesia establecer los contenidos auténticos de la enseñanza de la religión católica en la escuela, que garantice, ante los padres y los mismos alumnos la autenticidad de la enseñanza que se transmite como católica".

En este contexto, "corresponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta actividad, y compete al obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia sobre ella".

Ahora bien, tanto en las escuelas públicas como en particular en las católicas, explica la Santa Sede, debe ser respetada "la libertad religiosa de los alumnos no católicos y de sus padres", evitando "cualquier acto que pueda tener sabor a coacción o a persuasión deshonesta o menos recta".

La Santa Sede considera que "es necesario que la enseñanza religiosa escolar aparezca como disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las demás materias".

Donde no se respeta plenamente la libertad religiosa, "la Iglesia hace lo posible para ofrecer a los fieles la formación que necesitan" y "no deja de denunciar la injusticia que se cumple cuando los alumnos católicos y sus familias son privados de sus derechos educativos y es herida su libertad religiosa".

(fuente: http://www.aica.org/)

domingo, 1 de noviembre de 2009

Mensaje del Rector Mayor para el Mes de Noviembre

NOVIEMBRE : CIEN MODOS PARA COMUNICAR

La nueva situación de la cultura de la comunicación ofrece inéditas posibilidades de educación y de evangelización. Hoy la CS es el camino obligado para la difusión de la cultura y de los modelos de vida. Es parte significativa de la experiencia juvenil (CDM 19).

Gran forjador de ambientes educativo-evangelizadores, Don Bosco ha sabido intuir la bondad y la fuerza de los lenguajes de la comunicación para incidir de modo original y efectivo en los jóvenes. Sabía tocar las fibras del corazón.

Era no solo un evangelizador-educador, sino también un comunicador nato. La ecología comunicativa inventada por Don Bosco tenía el claro fin que posteriormente uno de mis predecesores, el P. Egidio Viganó, ha definido en forma lapidaria: educar evangelizando, evangelizar educando, combinación inseparable en la misión salesiana. Él lograba sacar lo mejor de los jóvenes volviéndolos protagonistas de su propia educación, y lo mejor de los educadores-evangelizadores haciendo de ellos los testigos del evangelio y los animadores de la rica epifanía juvenil. En el Oratorio un grande abanico de propuestas comunicativas tocaba la vida de tantos jóvenes “pobres y abandonados” llegados a Turín desde los valles. Casa, escuela, catecismo, misa, trabajo, banda de música, teatro, paseos, juegos, talleres, buenas noches, narraciones de sueños, sermones, palabras al oído, tarjetitas con mensajes personalizados, etc. comunicaban una cultura, un modo de ponerse en relación con Dios, con el mundo y con los demás. El conjunto abría a la esperanza y a la confianza, daba sentido a la vida, cuando tal vez para algunos todo ello ya se había perdido. El Oratorio, en resumen, representaba una sólida y bien arraigada alternativa cultural.

Pero Don Bosco iba más allá. Su genio comunicador se manifiesta en una carta vehemente de la cual cito un breve fragmento: “La difusión de buenos libros es uno de los fines principales de nuestra Congregación. (…) Por esto, entre los libros que hay que divulgar, propongo que demos preferencia a los que tienen fama de ser buenos, moral y religiosamente hablando, especialmente los que salen de nuestras tipografías. (…). Con el Boletín Salesiano, entre tantísimos proyectos, tuve también éste: mantener vivos entre los jóvenes, vueltos a sus casas, el amor al espíritu de San Francisco de Sales y a sus normas y hacer de ellos mismos los salvadores de otros jóvenes”.[1] Don Bosco fue por tanto un educador-evangelizador-comunicador, como he escrito en la carta dedicada a la Comunicación Social (CS).[2] Para los salesianos la CS se fundamenta en la misión misma de la Iglesia[3] y la expresamos en la pasión por Dios, en la pasión por la salvación de los jóvenes, en el “da mihi animas, cetera tolle”: la CS no es algo externo y, mucho menos, extraño a la misión, sino que surge de la misión. Luego el salesiano, como hijo de Don Bosco, es un evangelizador-educador-comunicador por naturaleza.

Hoy constatamos que los jóvenes han creado su propio ambiente, el llamado ambiente digital, un hábitat virtual del cual se sienten dueños. El hecho al comienzo fue observado con desconfianza. Pero es justo aceptar que – abandonadas las edades de piedra y cincel, de papel y tinta, de paredes y aulas y escucha pasiva – los jóvenes reclamen lenguajes nuevos, nuevos métodos y nuevos modos de educación y evangelización. Ellos desean ser autores y actores de su espacio, de su lenguaje y de sus contenidos, inventan y vuelven a crear su propia persona, exigen libertad de navegación y diálogo en el cyberespacio. Pues bien, si allí se sitúan ellos, allí debemos situarnos también nosotros: educando, anunciando, dando testimonio. Fuera de estos espacios y lenguajes ya no somos ni vistos ni escuchados ni comprendidos por los jóvenes, no podríamos educar ni incidir evangélicamente en la cultura.

Esta nueva realidad ni debe asustarnos ni podemos rechazarla: correríamos el peligro de abandonar a los jóvenes que la habitan; y son, a estas alturas, la enorme mayoría. Allí han nacido, allí viven, allí trabajan, allí se divierten, allí entablan relaciones, allí gozan y allí sufren. Podría hasta decir que muchos allí mueren: basta entrar en las redes sociales, en Second Life, o en MySpace, o en Facebook, o en algún blog, o en Youtube, o…

Si el Sistema preventivo reclama la presencia del salesiano “en el patio”, entre los muchachos, entonces debemos reflexionar, actualizar y poner en práctica la presencia del salesiano educador-evangelizador en los nuevos patios de la comunicación donde convergen tantos medios, donde las paredes no son de ladrillo o de cemento, los cables conductores no son únicamente metal o fibras sino también energía y ondas captadas y lanzadas por satélites a través del espacio.

Cierro citando a Papa Benedicto XVI: “Quisiera concluir este mensaje dirigiéndome de manera especial a los jóvenes católicos para exhortarlos a llevar al mundo digital el testimonio de su fe. Amigos, sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida”.

[1] Circular de Don Bosco sobre la difusión de buenos libros: E.Ceria, Epistolario di S.G.Bosco, vol. 4, p. 318ss, lett. 2539, 19.03.1885
[2] Actas del Consejo General 390
[3] Cfr. Const. 6

(fuente: www.sdb.org)

jueves, 29 de octubre de 2009

Recordando a Miguel Rúa

DIREZIONE GENERALE OPERE DON BOSCO
Via della Pisana 1111 - 00163 Roma

Il Rettor Maggiore

Prot. 09/0623

Roma, 24 de junio 2009

Fiesta de San Juan Bautista

A los hermanos salesianos

de la congregación

Asunto: “Recordando a Don Rua”

Queridos hermanos:

Estamos celebrando este año jubilar de 2009, en el que recordamos el 150 aniversario de la fundación de la congregación. Damos gracias a Dios por los dones de gracia que este año nos está procurando y por los frutos que hace madurar en nosotros, en nuestras comunidades, en los jóvenes, en los laicos y en las familias. Ciertamente uno de estos dones es el tránsito de la urna con la reliquia de Don Bosco, que ha comenzado su peregrinaje en la inspectoría de Italia Central, y ya ha pasado por la “visitatoria” del UPS y por la Casa General de las Hijas de María Auxiliadora. En los próximos días llegará a nuestra Casa General y de ahí partirá para Chile y los demás países de América Latina.

El momento culminante de este año jubilar tendrá lugar el 18 de diciembre. Ese día, en una celebración solemne, sobre todo a nivel local, renovaremos nuestra profesión religiosa, confirmando el don de nosotros mismos que hemos hecho a Dios para los jóvenes. Queremos vivir esa celebración como un momento eclesial y público. Por tanto es importante implicar en él a los jóvenes, a los laicos, a las familias, a los obispos salesianos, y a los diversos grupos de la familia salesiana. Yo viviré ese momento con el consejo general en Turín, en la basílica de María Auxiliadora, pero me sentiré ciertamente muy cercano a cada uno de vosotros, en profunda comunión de espíritu y con la alegría de pertenecer a la hermosa familia de Don Bosco.

El motivo de esta carta es anunciar de forma oficial que el año 2010 será dedicado especialmente a la memoria del beato Miguel Rua. De hecho es el año centenario de su muerte, que ocurrió el 6 de abril de 1910. El año 2010, centrado en la figura del primer sucesor de don Bosco, será en cierta manera una continuación de este año jubilar; esto nos ayudará a seguir madurando en nuestra vocación salesiana de consagrados. Me parece importante que tengamos la conciencia histórica de que la congregación, desde la muerte de don Bosco hasta nuestros días, ha tenido una desarrollo grande y significativo, con progresos y replanteamientos, con esfuerzos de renovación y profundización. De hecho la identidad de la congregación se comprende mejor a través de su historia, conociendo las formas y expresiones que ha ido asumiendo en los diversos lugares y momentos.

“Recordando a don Rua”, viviremos el año 2010 como un camino espiritual y pastoral. Comenzará el 31 de enero, solemnidad de Don Bosco, día en el que recordamos cada año la muerte del santo: a partir de aquel 31 de enero de 1888, Don Rua tomó el testigo para continuar el mismo camino recorrido por el fundador. Este año conmemorativo concluirá el 31 de enero de 2011. A nivel de toda la congregación habrá, entre otras cosas, dos encuentros de profundización histórica: en Turín tendrá lugar, del 28 de octubre al 1 de noviembre del 2009, el V Congreso Internacional de Historia de la Obra Salesiana sobre el tema “Don Rua, primer sucesor de Don Bosco”; y después en Roma, del 29 de octubre al 1 de noviembre de 2010, se celebrará en el “Salesianum” el Congreso Internacional de la Congregación Salesiana sobre el tema “Don Miguel Rua en la historia”.

Os señalo ahora algunos puntos de atención que han de tenerse presentes en vuestras programaciones espirituales y pastorales para el próximo año, en el ámbito personal, comunitario e inspectorial. Más tarde serán desarrollados de forma más amplia en la carta circular, en la que me propongo profundizar en la figura del beato Miguel Rua. Estará disponible para todos los hermanos en el mes de septiembre de 2009, y será publicada en el próximo número de las actas del consejo general.

Ante el ejemplo de Don Rua, fiel discípulo de Jesús tras las huellas de don Bosco, todo hermano está llamado, sobre todo, a redescubrir los medios para mantener la fidelidad a la vocación consagrada. Nuestra vocación es un don precioso, pero es “como un tesoro en vasijas de barro”. La grandeza del don recibido está, con frecuencia, amenazada por la fragilidad de nuestra respuesta. Ante la vida de este gran testigo de la fidelidad deberemos preguntarnos: “¿Soy feliz con Dios?”; y sobre todo: “¿Está Dios contento conmigo?”. Abrazando la vida salesiana consagrada nos situamos de hecho en el seguimiento de Jesús y nos convertimos en sus discípulos auténticos y en sus apóstoles apasionados. Todo esto exige de nosotros el compromiso de una fidelidad vocacional convencida. Acerquémonos, por tanto, con frecuencia a los manantiales de la vida del discípulo y del apóstol, a las fuentes de la fidelidad vocacional: la Sagrada Escritura, mediante la “lectio divina”, y la Eucaristía.

Podemos también subrayar un aspecto particular en el ámbito de nuestra vida salesiana consagrada. Esta se presenta en sus dos formas, ministerial y laical. En este año sacerdotal podemos redescubrir en particular el don del sacerdocio en la comunidad salesiana y en la comunidad educativo-pastoral.

Cuando don Rua fue enviado a Mirabello para fundar una nueva casa, resumió los consejos recibidos de Don Bosco en una sola frase: “En Mirabello buscaré ser don Bosco”. ¡Qué importante sería que cada uno de nosotros asumiera esta misma actitud! Éste es también de hecho el proyecto de vida, que tenemos expresamente en nuestras constituciones: ser don Bosco hoy, allí donde nos encontremos viviendo y trabajando. Ser Don Bosco cada día es exactamente lo que indican concretamente las constituciones. Sabemos que después de la aprobación de éstas el 3 de abril de 1874 don Rua, por su vida ejemplar, fue llamado “la regla viviente”. Él solía afirmar: “Ninguna cosa puede llamarse pequeña desde el momento en que está contenida en la Regla”.

He aquí, por tanto, queridos hermanos, un segundo punto de atención a tener en cuenta. Movido por el testimonio personal del primer sucesor de Don Bosco, os invito en este año a redescubrir, sobre todo con ocasión de los ejercicios espirituales, la importancia y el espíritu de nuestras constituciones salesianas y a repensar vuestro proyecto de vida. Estimulados por el ejemplo de don Rua y según las orientaciones del CG26, queremos comprometernos a estudiar y a practicar nuestras constituciones, con una referencia especial al capítulo cuarto: aquél que habla de nuestra misión, con el título: “Enviados a los jóvenes”.

En tercer lugar, recordamos cómo Don Rua, empujado por la pasión del Da mihi animas, dio un gran impulso a la misión salesiana. El dinamismo de la misión fue el que lo empujó a dar vida a nuevas formas de apostolado, a suscitar y a cuidar las vocaciones a la vida salesiana consagrada, a expandirse por otras partes del mundo. La misión lo convocó para que respondiera a las necesidades de los jóvenes y para que encontrara caminos pastorales por donde llegar a los jóvenes con el anuncio del evangelio. La osadía apostólica de don Rua nos exige por tanto el saber concretar durante este año el compromiso de evangelización de los jóvenes. Nos lo pide el segundo núcleo del CG26. Nos lo propone el aguinaldo de 2010, que nos invita a involucrarnos en el compromiso evangelizador como familia salesiana, de la que Don Rua ha sido un promotor convencido. El CG26 nos invita a llevar el evangelio a los jóvenes, comprometiéndonos a ser comunidades evangelizadas y evangelizadoras, a situar en el centro la propuesta de Jesucristo, a desarrollar con un esfuerzo fecundo la relación entre evangelización y educación, a tener presente los contextos, a implicar a las familias. Dejémonos inspirar por este tema capitular en el replanteamiento de nuestra pastoral.

El espíritu de Cristo nos anime en nuestro camino de renovación pastoral y María Auxiliadora nos sostenga en el compromiso apostólico. Don Bosco sea siempre nuestro modelo y nuestro guía.

Cordialmente en el Señor.

Don Pascual Chávez Villanueva

Rector Mayor

sábado, 17 de octubre de 2009

Las reliquias de Don Bosco pasaron por San Juan

La reliquia de Don Bosco llegó a la provincia con música, baile y rodeada de muchos jóvenes. Estuvo casi un día y recorrió templos y calles sanjuaninas.

por MÓNICA MARTÍN - DIARIO DE CUYO

Cuando la guitarra eléctrica y la batería empezaron a sonar en un costado de la Catedral, no hubo quien se resistiera al ritmo contagioso. Fue "La banda de Juancito" la que le puso los primeros acordes a la jornada que se extendió durante 16 horas. Eso es lo que duró la visita a San Juan de la reliquia de Don Bosco. Murgas, papel picado, muñecos gigantes y banderas de todos los colores se apoderaron de las calles céntricas, de la Catedral, del Colegio Don Bosco y de la iglesia María Auxiliadora. El de ayer fue un día en el que jóvenes y niños demostraron a puro canto y baile que Don Bosco es el santo que los representa.

Cuando los niños de segundo grado del Colegio Don Bosco vieron de cerca la imponente urna de más de dos metros de largo, una mezcla de asombro y alegría se apoderó de ellos. Cantaron tan fuerte como les dio la voz. Y por un par de horas se olvidaron del calor de la siesta y bailaron sin parar adentro del templo. Para ellos, el día de ayer fue uno de los más importantes. Es que la figura de Don Bosco es tan cotidiana que comienzan a conocer su historia desde que entran al jardín de infantes.

De la misma manera que un fanático de fútbol arenga a su jugador preferido, los chicos no dejaron de cantar ni un solo instante, sobre todo cuando pasearon la réplica en tamaño real de Don Bosco por el centro. Para los que formaban parte de la murga, la responsabilidad fue mayor. Ellos fueron los que encabezaron la procesión que se realizó desde la Catedral hasta María Auxiliadora, en plena siesta. Algunos jóvenes habían empezado la jornada bien temprano, cuando la reliquia llegó a la provincia. Casi no tuvieron tiempo de almorzar porque hubo actividades durante todo el día. Aún así, tocaban los redoblantes y los tambores como si recién empezara la fiesta. Una fiesta que siguió hasta la medianoche en el colegio.

El sonido de las campanas se mezcló con el de la banda de música de la Policía. Los redoblantes murgueros también se hicieron escuchar. El bullicio fue imparable en el centro. El escenario se trasladó luego al colegio. Allí, los padres aprovecharon para sacar fotos a sus hijos. Algunos tenían vinchas de colores y porras de papel. Otros estaban vestidos con la indumentaria que usaba el santo cuando era niño.

Ver la urna que pesa unos 530 kilos fue impactante. Adentro estaba una réplica de la imagen de Don Bosco, que contiene la reliquia. Y era tan real la imagen del santo que hasta causó conmoción y lágrimas. Incluso, un hombre se desmayó cuando se arrimó a verla de cerca.

(fuente: http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=367604)

jueves, 20 de agosto de 2009

Peregrinación en Agosto para devotos del Beato Ceferino

Como sucede año tras año, el sábado irán llegando los peregrinos a caballo, a pié, en bicicleta o vehículos de todo tipo y tamaño convocados por la figura de un modelo de vida en estos días.

El monumento será un punto de encuentro permanente, un lugar de intenso recogimiento, donde llegará cada asistente con sus alegría y dolores, para compartirlos en comunidad.

Ya el sábado se viven momentos muy fuertes: la misa de bienvenida, los bautismos como signos de vida nueva, la adoración. Por la noche, el parque se transforma en un gran campamento, multiplicándose los fogones a cada paso. El gimnasio es un punto de encuentro para finalizar el día con el fogón juvenil.

El domingo nos reunimos junto a la cruz de los quinientos años para hacer nuestra oración matinal. Luego, desde ese mismo punto, sobre la ruta 22, parte la marcha hacia el Parque Ceferiniano. El momento culminante es la celebración de la Eucaristía, a las 11 horas, con la presencia de varios sacerdotes y obispos del sur del país.

La primera convocatoria del domingo será antes de que salga el sol, en el cerro de la cruz, donde los mapuches de Patagones animan una emotiva rogativa.

Chimpay, la manifestación popular de fe más importante del sur argentino, nos espera nuevamente la última semana de agosto. Una invitación para encarnar en nuestra vida la propuesta de Ceferino: vivir fieles en comunidad al Evangelio de Jesús.

PROGRAMA DE ACTIVIDADES

SABADO 29 DE AGOSTO

11 y 16 hs. MISA DE RECEPCION DE PEREGRINOS en el monumento

17 hs. BENDICION DE LA IMAGEN GIGANTE DE CEFERINO NAMUNCURA

21 hs. LA JUVENTUD LE CANTA A LA TIERRA (en el gimnasio).

DOMINGO 30 DE AGOSTO

7 hs. ORACION DEL AMANECER (junto a la cruz del 5º centenario, en Ruta 22)

9 hs. Procesión desde la Cruz, en RUTA 22 (llevar radio)

9, 11 y 16 hs. MISA DEL PEREGRINO (en el Gimnasio)

15 hs. HOMENAJE DE LOS JOVENES A CEFERINO JUNTO AL MONUMENTO. BENDICION DE NIÑOS

Por consultas: (02946) 494438 - 494396 - 494504 - 494509

(fuente: http://www.dbp.org.ar/revistaceferino/)

domingo, 16 de agosto de 2009

En camino con Don Bosco...

“En camino con Don Bosco” es el lema que acompaña la peregrinación de Don Bosco, Padre y Maestro de la juventud, que comenzó el 25 de abril en Turín -en el mismo patio en el que ha trabajado por el bien de tantos chicos- y que continuará por las presencias salesianas de todo el mundo. En nuestro país estará desde el 18 de julio al 29 de octubre de 2009.

En el año en que recordamos el 150º aniversario de fundación de la Congregación Salesiana (18 de diciembre de 1859) y en vistas a la preparación del bicentenario del nacimiento del santo en I Becchi, Italia (16 de agosto de 1815), el Rector Mayor de los Salesianos, don Pascual Chávez Villanueva sdb, quiso compartir con todos nosotros el sentimiento de “estar frente a su padre”, experiencia que vivió cuando estuvo delante de los restos de Don Bosco y que nos invita a vivir a nosotros también cuando estemos ante las reliquias que recorrerán las casas salesianas del mundo.

La presencia de la réplica de la imagen de Don Bosco que contiene sus reliquias es una ocasión para tomar en las manos su vida, imitar su fe y su amor al Señor, y continuar el trabajo educativo, evangelizador y misionero con los jóvenes, sobre todo los más pobres, escuchando sus gritos y atendiendo a sus desafíos.

Juan Bosco quiere encontrarse con los niños, jóvenes y adultos, en cada casa que acoge, en cada parroquia que evangeliza, en cada escuela que encamina hacia la vida, y en cada patio donde se comparte la amistad y la alegría. Su imagen es la presencia misma: ¡DON BOSCO ESTA AQUÍ!

La Familia Salesiana quiere agradecer y rezar ante Don Bosco, hacer memoria de la misión evangelizadora que comenzó en Argentina en 1875 y que hoy se continúa, para encender verdadera luz y esperanza para el futuro, a través de la preocupación por los jóvenes en el presente, para que la presencia de Don Bosco nos impulse a redescubrir su testimonio de vida.

Con la peregrinación de Don Bosco la Iglesia nos ofrece la Indulgencia Plenaria, que es un camino para purificar nuestro corazón de las ofensas que cometimos contra Dios, para encontrarnos plenamente con Él.
Que acompañando el camino de Don Bosco en su viaje por Argentina, podamos descubrir los variados rostros de la presencia salesiana en nuestro país, y nos dejemos interpelar por los rostros de los jóvenes que reclaman su derecho a no ser dejados al costado del camino.

El Rector Mayor nos explica el sentido de esta peregrinación:
“Tras la feliz experiencia vivida con la peregrinación de la reliquia de Santo Domingo Savio y tras las manifestaciones de aprecio que nos han llegado, he pensado cuán hermoso e importante sería llevar a nuestro querido Don Bosco a todos los países en los que trabajamos y ofrecer a tantos jóvenes y a las familias la posibilidad de sentirlo aún más cercano. La peregrinación nos lleva al Capítulo General 26 en el cual hemos vivido la experiencia de volver a Don Bosco para volver a partir desde él y construir así una historia de salvación y santidad".

(fuente: http://www.encaminocondonbosco.com.ar/)

jueves, 6 de agosto de 2009

Día del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora: Una cita especial, volver al primer Amor




El 5 de agosto como hemos contamos en la nota anterior, hemos vivido con gozo de familia, el día del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Por eso haciendo eco a la celebración y como homenaje este monumento vivo a la Auxiliadora, transcribimos las palabras de la Madre General Ivonne Reungoat, en su tarea de animación, invitando a renovar el pacto de alianza que cada hermana estableció con el Señor Jesús en el Instituto, el día de la profesión religiosa:

“La invitación del CG XXII a convertirnos al amor nos anima a vivir el 5 de agosto como memoria del sí pronunciado por las once primeras FMA y a dejarnos tocar el corazón por la intensidad y radicalidad del amor con que María Dominga Mazzarello y nuestras primeras hermanas se entregaron a Dios, en las manos de don Bosco, para la educación de las jóvenes.

Resuena en nosotras, con nuevo atractivo, la voz del Fundador que repite: «Entre las plantas muy pequeñas hay una muy perfumada: el nardo.
¿Pero sabéis qué se necesita para que el nardo deje sentir su buen perfume? Debe estar bien machacado. No os pese, pues, tener que sufrir. Quien sufre por Jesucristo, con Él también reinará eternamente. Vosotras ahora pertenecéis a una Familia religiosa que es toda de la Virgen; sois pocas, desprovistas de medios y sin apoyos humanos. Nada os turbe... Sí, yo os puedo asegurar que el Instituto tendrá un gran porvenir si os mantenéis sencillas, pobres, mortificadas... Considerad como gloria vuestro hermoso título de Hijas de María Auxiliadora, y repetíos a menudo que vuestro Instituto deberá ser el monumento vivo de la gratitud de don Bosco a la Gran Madre de Dios» (Cron I 305-306).

Que María, Madre del amor y de la esperanza, sostenga nuestro camino de fidelidad gozosa, aunque esté inevitablemente marcado por la cruz: «Si el fuego del carisma es fuerte, el viento de las dificultades no puede apagarlo, sino que lo alimenta y lo expande»

Por eso saludamos a la comunidad de hermanas de nuestra ciudad, hermanas Etelvina (Lali), Norma, Cristina, Edilia, Herminia, Amalia, Teresita, y extendemos el abrazo a otras que están en nuestro corazón pero repartidas por el mundo: Ana Delia Flores, Mónica Menegusi, Sofía Caballero.

Y para que esta alegría sea completa damos la bienvenida en el grupo de editores del blog a la hermana Norma, que en este día hace su primera entrada! Muy significativo!

Feliz Día Hermanas!

Día del Instituto




Celebramos el 5 de agosto, con inmensa gratitud el día del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en San Juan


Aquí en la foto un momento muy especial para nosotras renovando la alianza con el Señor.


Otros momentos... con los docentes y jóvenes de la institución.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Escuela de Animadores Salesianos en San Juan

El Sábado 22 de Agosto damos comienzo, continuará el 29 y 30 de Agosto y finalizaremos el 5 de septiembre.

En este nivel, vamos a estudiar a Don Bosco, en su contexto Histórico y Social y en su contexto familiar, la experiencia del oratorio de Valdocco, las personas significativas de aquella época. El perfil misionero del oratorio. La carta de 1884. Con el singular aporte del P. Marcos Jover sdb y de Élida Lescano.

Además habrá un taller que podrás elgir, dictado por especialistas en cada uno de los temas, ellos son: Luis Cravero (teatro), Romina Zanotti (música), Romina Pedroso (música), Guillermo Otarola (juegos), Joaquin Basanta (medios de comunicación)

INSCRIPCIÓN: Debes completar la ficha y abonar $20 que es el costo de la inscripción para el materia

domingo, 2 de agosto de 2009

Mensaje del Rector Mayor para el Mes de Agosto

LA FAMILIA SALESIANA COMO MOVIMIENTO

Conocerse, formarse, trabajar juntos

Se asiste a una verdadera movilización del laicado, incluso sin ser creyente practicante, en las actividades salesianas, en ciertas circunstancias… De esta forma comienza un vasto movimiento de personas que se organizan, se coordinan y comparten un proyecto para la salvación de la juventud y del pueblo (CDM 5).

Más de una vez, queridos lectores, he dicho y escrito que la Familia Salesiana (FS) es un “Movimiento”. El término no es una palabra de moda: en el contexto eclesial esta nueva forma de agregación ha tenido un éxito y una consideración particulares.


Los movimientos eclesiales, cada uno con su especificidad propia, son hoy numerosos e interesan a miles de personas. Por tanto no seguimos una moda, sino que recogemos una herencia histórica. Lo que fue iniciado por Don Bosco se caracteriza en efecto cabalmente por ser “un vasto movimiento de personas para la salvación de la juventud”[1]. ¿Cuál es su especificidad? Es un movimiento espiritual y apostólico.


ESPECIFICANDO

- Es un movimiento, es decir algo dinámico. Esto explica por qué sigue creciendo en número, así de miembros como de grupos. Hoy son 26 los grupos que le pertenecen oficialmente, pero hay siquiera otros 30 que ya actúan en este sentido aunque no gocen de un reconocimiento oficial, y algunos de ellos son realmente interesantes y significativos. ¿Seguirán aumentando? El P. Egidio Viganó, mi predecesor, afirmó que la FS habría llegado a contar a lo menos 300 grupos. ¿Exageración? Entusiasmo tal vez, o más bien confianza en el carisma de Don Bosco, en sus mil facetas, en su carácter dinámico, en su capacidad de expresarse en formas diversas.

- Es un movimiento espiritual, porque fruto del Espíritu que lo ha inspirado y sigue creándolo. La FS no es un proyecto nacido en un escritorio ni fruto del genio de Don Bosco. Las Constituciones Salesianas dicen expresamente que es obra del Espíritu Santo, puesta en acto a través de la intercesión de María. Y esto no asegura que se trata de algo carismático, de un don de Dios a servicio de la Iglesia y del mundo. Es bello saber que el elemento creador de la FS es realmente el Espíritu Santo.

- Es un movimiento apostólico, es decir, lanzado a una misión que cumplir, no un club de amigos que se encuentran bien juntos, ni tampoco una sociedad filantrópica. Es un cuerpo que actúa dentro de la Iglesia a favor de la sociedad. En resumen, se trata de una vocación, de la llamada a continuar la obra de Cristo a través de un mandato específico, el de entregarse, mediante la educación, a la salvación de los jóvenes más pobres y de los que viven en situaciones difíciles.


DOS DOCUMENTOS TRES OBJETIVOS

Tenemos en la FS dos documentos que aclaran, por un lado, nuestra identidad y, por otra, nuestra misión común. Ellos son la “Carta de la Comunión” y la “Carta de la Misión”. En concreto quisiera empero invitarlos a dar tres pasos importantes. ¡Para vivir realmente como Movimiento debemos “conocernos más”, “formarnos juntos”, “trabajar en sinergia”! Son los objetivos que les propongo para un inmediato futuro.

- “Conocernos más” significa tomar acto de la realidad de nuestra familia. Es necesario que los grupos se conozcan entre sí, crear ocasiones concretas de encuentro, celebrar la fraternidad que se recoge bajo el mismo carisma. Hace falta además una grande atención para valorizar los dones específicos: de los religiosos y de los consagrados seglares, de los grupos femeninos y de los masculinos, de los consagrados en el mundo y de los que viven una vida en común, de quien obra en estructuras y de quien realiza su apostolado en un contexto de vida cotidiana, de los grupos pequeños y de los grandes. En este camino de conocimiento y animación mutua una responsabilidad particular es confiada a los salesianos que deben “creer” siempre más en la familia que Don Bosco les ha entregado, de la cual forman parte integrante y que deben amar y animar.

- El segundo paso importante es “formarnos juntos”. Se trata de una convicción por adquirir y de una praxis por iniciar. Nuestra formación posee contenidos y puntos de referencia. Ante todo, el estudio de Don Bosco para conocer, comprender y asumir su proyecto carismático y sus criterios de acción pastoral. Utilísimo puede resultar el conocimiento de experiencias pastorales positivas de los varios grupos y congregaciones. Aniversarios y fiestas (centenarios, cincuentenarios etc.) son ocasiones propicias para adquirir y/o profundizar dichos conocimientos. Igualmente útil puede ser la celebración de retiros y/o ejercicios espirituales que favorecen un clima de mayor participación espiritual. Allí donde es posible, se podrían realizar verdaderos y auténticos caminos formativos, finalizados al común patrimonio carismático y/o a un mejor conocimiento de la juventud o del territorio donde trabajamos. Estas iniciativas deben desarrollar un sentido de pertenencia siempre más profundo y la toma de conciencia que todos tienen de su propia especifidad.

- El tercer paso es “trabajar en sinergia”. Recordemos la comparación con la cual Don Bosco nos invitaba a dar valor a la unidad. Un solo hilo, bajo tracción, se rompe fácilmente; muchos hilos, bien trenzados entre sí, forman una cuerda que nadie podrá romper. No es pensable, por tanto, que varios grupos de la FS vivan en un mismo territorio, enfrenten los mismo desafíos y luego decidan trabajar cada uno por su cuenta. ¿Qué hacer? Ante todo, conocer los desafíos que la Iglesia de pertenencia debe enfrentar. Entrar en contacto de colaboración con los obispos, privilegiando a las personas y grupos más cercanos a nuestra misión (la Iglesia local nos debe considerar gente de casa y no huéspedes o, peor, metidos); entrar en colaboración con las fuerzas de la sociedad civil interesadas directa o indirectamente a la misión de la FS. La ciudad o la región deben percibir el beneficio de nuestras iniciativas y considerarnos una fuerza sumamente positiva desde el punto de vista social y espiritual. Con vivo sentido de Iglesia la FS enfrenta así el conjunto de los desafíos pastorales-sociales de la zona, puede determinar las urgencias y proponer respuestas operativas adecuadas, dando origen a un proyecto común en el territorio.

Queridos lectores, ¡no les estoy proponiendo un sueño! En muchas partes del mundo ya se trata de una realidad. Pero el espacio entre lo que se hace y lo que se puede hacer sigue siendo grande. Es hora de moverse, ¿no les parece?

[1] Constituciones de los Salesianos de Don Bosco. Artículo 5a

lunes, 27 de julio de 2009

Y mallín limpió la salita... bien cheee!

En estas largas vacaciones de julio ( vacaciones normales mas los días para prevenir la gripe A), los mallinistas se organizaron para ocupar el tiempo libre (que vino en abundancia) y se pusieron a limpiar la salita, convirtiéndola de "depósito general de aduana abandonada" a:





+ sala de reuniones y juegos,


+ biblioteca,


+ depósito

+ Lugar de trabajo de pastoral.

Se reordenó los espacios, se hizo un recuento de elementos, se inventarió nuevamente la biblioteca agregando el material nuevo, se reubico el material histórico, y obviamente la limpieza general. En esta tarea: Virginia, Charla, Evelyn, Porta, Fernando, Tomba, Laurita, Gastón.


Se sumo a lo existente, una pc donada por amigos de los cooperadores salesianos (SSCC) al servicio de los grupos juveniles y oratorios, juegos de mesa (ajedrez y damas), juego de mate.














Los chicos estan elaborando un código de convivencia para que juntos puedan cuidar este espacio juvenil y comunitario.








Ocupemos el tiempo libre en actividades y tareas que construyen... Muy bien chicos! QUEDA!! QUEDA!!

Palpitando la Escuela de Animadores Local.

Se viene otra instancia mas de la Escuela de Animadores Salesianos.

Estamos esperando la confirmación de las fechas por parte del Equipo de MJS local.

Serán cuatro encuentros, dos formativos y dos de taller.


Los Objetivos que buscamos son:
  • Profundizar sobre el perfil del animador salesiano entre los jóvenes, conociendo y reflexionando los valores del ser y el hacer del animador.

  • Tomar conciencia de la opción de ser educadores con estilo salesiano.

  • Brindar elementos prácticos para el hacer del animador.

  • Conocer y celebrar los valores que nos unen camino a la Visita de los Restos de Don Bosco.
El Temario
BLOQUE FORMATIVO: EL SER DEL ANIMADOR:
- Introducción a la vida de Don Bosco. Contexto Histórico y Social. Contexto Familiar. Su entorno formativo.

- El nacimiento del oratorio. Experiencia de Valdocco, los personajes. Valdocco una familia con Mama. El perfil Misionero del Oratorio. La carta de 1884.

BLOQUE DE TALLER: EL HACER DEL ANIMADOR:
- Teatro Salesiano. Fundamentos del teatro en clave de la espiritualidad juvenil salesiana. Taller de clown. Expresión corporal. (Luis Cravero)

- La música. Percusión, canto y guitarra. Fundamentos de la música en la espiritualidad juvenil salesiana. Distintos tipos para cada momento. Taller (Romina Zanotti y Romina Pedrozo)

- Medios de comunicación. Fundamentos de los medios comunicación en la espiritualidad juvenil salesiana. Alcance como instrumento y recurso para la animación. Taller. (Joaquín Basanta)

- Juegos: la centralidad en la espiritualidad. Los distintos juegos. Aprender jugando. Taller (Guillermo Otarolla)





El equipo animador esta conformado por: Laura Burgoa (mallin), Fernando Moya (explorador), Francisco Burgoa (oratorio), Matías Maya (mallin, y ministerio de musica) Mario Videla (animador), Emanuel Lupari (explorador), Esteban Burgoa (mallin), Jorge Carrizo (cooperador salesiano), Juan "Tomba" Sanchez (alumno), Belen Pomarada (mallin) , Virginia Sanchez y Marcela Elizondo ( ambas del equipo coordinador de MJS). Cualquiera de ellos pueden informarte!

El lema que nos reune: "En el mundo por los jóvenes".

Atentos a las inscripciones!!! Ya falta poco.

La comunidad de fiesta.



El Sábado 4 de julio pasado, el Batallón de Exploradores de Don Bosco, de la casa salesiana de San Juan celebraron la Reafirmación de la Promesa Exploradoril de los Baqueanos ayudantes Fernando Moya y Renzo Hernández.
Los lemas elegidos son:

Fernando: "Con Amor y con Fe, servir a los demás"

Renzo: "Hacer de cada hoy el mejor día, para crecer con Tu Amor y servir sin temor"

Estos lemas nos muestran el crecimiento y maduración personal en el propio camino, que se pone en evidencia en la piedad y sencillez.
Varios estamentos se hicieron eco de la invitación participando con alegría fraterna, en la misa y acto formal en la Capilla del Colegio y posteriormente en el patio.
Este paso de compromiso en el camino de educación en la fe nos hace crecer en los sueños que Don Bosco proyecto en nosotros.


¡Felicitaciones Fer y Renzo!

jueves, 23 de julio de 2009

Don Bosco ya está en Argentina

“En camino con Don Bosco” es el lema que acompaña la peregrinación de Don Bosco, Padre y Maestro de la juventud, que comenzó el 25 de abril en Turín -en el mismo patio en el que ha trabajado por el bien de tantos chicos- y que continuará por las presencias salesianas de todo el mundo.

A eso de las 18.00 hrs. de este sábado pasado, la urna con la reliquia e imagen de Don Bosco llegó a Argentina para comenzar su peregrinación, la cual se extenderá hasta fines de octubre. Luego de su paso por la última escala en Chile, una delegación encabezada por el P. Inspector Leonardo Santibáñez condujo la urna hasta el paso fronterizo de Río Grande, lugar donde fue recibida por el P. Diego Zupan, salesiano que acompañará el peregrinar de Don Bosco por el sur de Argentina. En la Escuela Agrotécnica Salesiana de Río Grande unas 500 personas recibieron a Don Bosco. Allí fue oficiado un momento de oración en el cual se rezó por la paz y la concordia entre los pueblos de Chile y Argentina.

En el año en que recordamos el 150º aniversario de fundación de la Congregación Salesiana (18 de diciembre de 1859) y en vistas a la preparación del bicentenario del nacimiento del santo en I Becchi, Italia (16 de agosto de 1815), el Rector Mayor de los Salesianos, don Pascual Chávez Villanueva sdb, quiso compartir con todos nosotros el sentimiento de “estar frente a su padre”, experiencia que vivió cuando estuvo delante de los restos de Don Bosco y que nos invita a vivir a nosotros también cuando estemos ante las reliquias que recorrerán las casas salesianas del mundo.

La presencia de la réplica de la imagen de Don Bosco que contiene sus reliquias es una ocasión para tomar en las manos su vida, imitar su fe y su amor al Señor, y continuar el trabajo educativo, evangelizador y misionero con los jóvenes, sobre todo los más pobres, escuchando sus gritos y atendiendo a sus desafíos.

Juan Bosco quiere encontrarse con los niños, jóvenes y adultos, en cada casa que acoge, en cada parroquia que evangeliza, en cada escuela que encamina hacia la vida, y en cada patio donde se comparte la amistad y la alegría. Su imagen es la presencia misma: ¡DON BOSCO ESTA AQUÍ!

lunes, 13 de julio de 2009

Salesianos de Don Bosco - ESTO QUE SOY, ESO TE DOY

Una carta para todos del Nuevo Padre Inspector

Queridos Hermanos y miembros de la Familia Salesiana del Norte Argentino.

Queridos Jóvenes:

Llegue a cada una y cada uno de ustedes mi abrazo más cordial y cercano.

¡Siempre llega la Palabra oportunamente! Escuchando la primera lectura de este domingo me sentí un poco como Amós, no porque sea profeta, sino porque me encuentro tomado por el Señor “de detrás del rebaño” para enviarme a algo totalmente nuevo… ¡Sorpresas del Tata!

... Les comparto que me encuentro como tironeado, descubro una sana tensión que hace que tenga una rica mezcla de sentimientos. Son como dos fuerzas que tiran de un lado y del otro:

Por un lado, soy consciente de mis numerosos límites personales (ya los podrán constatar)...

Por el otro, confío en que quien empezó esta obra la llevará a su término: "Dios te da dones para aquello que te pide..." me remarcaba el Rector Mayor. Además, tengo la certeza de que hoy en día el servicio de animación inspectorial no puede ser unipersonal, sino que requiere un fuerte trabajo en equipo y comunión. Eso me hace confiar mucho más.

Por un lado no sé casi nada de mi nueva Inspectoría, aunque lo poco que conozco es muy rico (en hermanos y jóvenes)...

Por el otro, siento que este desconocimiento me ayudará a ver con ojos renovados, con ojos de Reino a esta nueva familia a la que Dios me invita a sumarme.

Por un lado siento una gran nostalgia por dejar mi inspectoría (¡la Patagonia!) y tantos hermanos y jóvenes queridísimos...

Por el otro estoy contento por la posibilidad que me abre Dios de tejer una hermosa trama de nuevos y enriquecedores vínculos que ya empecé a hilar con varios hermanos y jóvenes del Norte.

Por un lado sé que se inicia una etapa nueva y desafiante para toda la Argentina Salesiana, que se trata de impulsar mucho más nuestra comunión y misión, de hacernos más discípulos para ser auténtico misioneros...

Por el otro sé que hay que ser fiel al camino recorrido, a los tiempos de los hermanos y a lo que ya vienen trabajando equipos y consejos en este proceso de rediseño.

Por un lado me imagino que hay incertidumbre en muchos, que ni me conocen y pueden hasta estar desilusionados...

Por el otro descubro en esto la invitación a que el primer paso sea el de encontrarnos a fondo con cada uno, el de conocernos, el de crear profunda comunión.



En fin, como diría Mamerto, me siento como ese arriero que va en su caballo acompañado por dos perritos: uno siempre adelante, corriendo, ladrando, adelantándose en el camino. Ese se llama "Ansiedad". El otro va por detrás, caminando despacito, cuidando y repasando la huella que se va haciendo. Su nombre es "Melancolía". En esta sana y enriquecedora tensión me encuentro... Quería compartírselas de corazón.

Así voy caminando… poco a poco me iré adentrando en este camino de animación: gracias a Dios cuento con seis meses para hacer un proceso tranquilo. ...

Me confío a sus oraciones... ¡de corazón las necesito! Solamente he llamado a las Enfermerías Inspectoriales, pidiendo de corazón a los hermanos mayores ese servicio que tan bien saben dar, para que vayan rezando por este hermano -sacado de detrás de las ovejas y coirones patagónicos- que quiere vivir este servicio desde la clave del misterio pascual. Que pueda dar una mano que ayude a empujar esos sueños que revitalicen el hermoso carisma que Dios nos regaló en nuestro Padre Don Bosco.

¡¡Los abrazo en Don Bosco y la Auxiliadora!!
Con mucho cariño…

P. Manuel Cayo, SDB

domingo, 12 de julio de 2009

Nuevo Inspector para la Inspectoría "Artémides Zatti" ACO y ARO



Les transcribo una parte de la comunicación del Rector Mayor Pascual Chávez donde presenta al nuevo Padre Inspector de la Inspectoría Salesiana "Artémides Zatti" que tendrá a su cargo animar y conducir el camino de lo que hasta ahora es la Inspectoría de Córdoba "San Francisco Solano" y la Inspectoría de Rosario "Virgen del Rosario" que será unificada a partir del año 2010:


Quisiera, en primer lugar, agradecerles a Uds., y en Uds. a todos los hermanos salesianos que han participado en la consulta, su implicación personal, la seriedad en sus respuestas y las indicaciones que nos han proporcionado para ayudarnos a llegar a una mejor comprensión de la situación. Todo el proceso ha sido, es mi convicción, un camino que nos ha abierto a todos, a Uds. primero y a nosotros después, a la voz del Espíritu y al corazón de Don Bosco, que tanto amó la Argentina Salesiana.Concluido el tiempo de discernimiento, quiero comunicarles a todos Uds. conjuntamente el nombre de los dos hermanos que he nombrado como inspectores con el consentimiento de mi Consejo. Como haría Don Bosco les ruego encarecidamente que los reciban como lo que son en realidad, enviados a Uds. como el rostro y el corazón de Don Bosco en la nueva Argentina Salesiana:P. Manuel Cayo para la Inspectoría “Artémides Zatti” de Argentina Norte (ARN), actual Vicario Inspectorial de ABB. Nació el 31 de Mayo de 1966 en General Roca, Argentina. Hizo su profesión perpetua el 16 de Noviembre de 1991 y fue ordenado sacerdote el 3 de Junio de 1995.

Nuevos Padres Inspectores de Argentina

El día de hoy 11 julio del 2009 el Rector Mayor Don Pascual Chávez ha enviado una comunicación a los actuales inspectores de las cinco inspectoras de Argentina. Dando a conocer los nombres de los dos nuevos padres inspectores de Argentina para el 2010.

Transcribimos a continuación su carta.

Queridos Hermanos: Los saludo con el corazón de Don Bosco en esta fecha en que la Iglesia celebra la fiesta de San Benito de Norcia, uno de los grandes padres de la vida religiosa, que sintetizó en una frase la identidad de ésta: “Nada anteponer a Cristo”, y transformó Europa, al mismo tiempo, con su compromiso en el campo de la cultura, de la evangelización y de la atención a los pobres.

Mi Consejo y yo, os lo aseguro, hemos dedicado tiempo a leer con atención las respuestas a las consultas inspectoriales realizadas por el Regional de América Latina, Cono Sur, P. Natale Vitali. Nuestro discernimiento ha estado acompañado siempre por un profundo sentido de simpatía por la Argentina Salesiana y por nuestra constante oración.

Quisiera, en primer lugar, agradecerles a Uds., y en Uds. a todos los hermanos salesianos que han participado en la consulta, su implicación personal, la seriedad en sus respuestas y las indicaciones que nos han proporcionado para ayudarnos a llegar a una mejor comprensión de la situación.

Todo el proceso ha sido, es mi convicción, un camino que nos ha abierto a todos, a Uds. primero y a nosotros después, a la voz del Espíritu y al corazón de Don Bosco, que tanto amó la Argentina Salesiana.
Concluido el tiempo de discernimiento, quiero comunicarles a todos Uds. conjuntamente el nombre de los dos hermanos que he nombrado como inspectores con el consentimiento de mi Consejo. Como haría Don Bosco les ruego encarecidamente que los reciban como lo que son en realidad, enviados a Uds. como el rostro y el corazón de Don Bosco en la nueva Argentina Salesiana:

→ P. Manuel Cayo para la Inspectoría “Artémides Zatti” de Argentina Norte (ARN), actual Vicario Inspectorial de ABB.
Nació el 31 de Mayo de 1966 en General Roca, Argentina. Hizo su profesión perpetua el 16 de Noviembre de 1991 y fue ordenado sacerdote el 3 de Junio de 1995.

Para la Argentina Sur el discernimiento hecho y la posterior disponibilidad de los posibles candidatos, me han llevado a escoger como Inspector al

→ P. Ángel Fernández Artime para la Inspectoría “Ceferino Namuncurá” (ARS).
Nació el 21 de Agosto de 1960 en Gozón-Luanco (Oviedo), España. Hizo su profesión perpetua el 17 de junio de 1984 y fue ordenado sacerdote el 4 de Julio de 1987. Fue Inspector de León, España, del 2000 al 2006 y miembro de la comisión que preparó el CG 26. Durante este Capítulo fue considerado para ser Regional de Europa Occidental y también para Consejero de la Pastoral Juvenil.

El P. Cayo y el P. Fernández Artime tendrán que guiar el delicado itinerario, ya en acto, de la recolocación de la presencia salesiana en Argentina, que no puede identificarse con una simple unificación material de las Inspectorías. Para afrontar los problemas que nacen de una insuficiente fecundidad vocacional y de la necesaria revitalización del carisma salesiano, son necesarios otros procesos que han de ser elaboradas, programadas y realizadas con generosidad personal e imaginación apostólica, procesos que tengan como meta la santidad personal del salesiano, la renovación religiosa de las comunidades, la calidad de la propuesta educativo pastoral y la puesta en marcha de nuevos proyectos misioneros, salesianamente significativos.

Le he pedido al P. Natale Vitali que, junto a Uds., continúen el proceso de discernimiento para que los dos nuevos consejos inspectoriales puedan ser nombrados cuanto antes.
Os confieso que me ilusiona tanto esta nueva etapa, que la presencia salesiana en Argentina está por iniciar, que prometo estar entre Uds. el 31 de Enero del 2010, en San Nicolás de los Arroyos, cuando el P. Manuel Cayo y el P. Ángel Fernández Artime, a quienes agradezco de corazón su disponibilidad y su obediencia, inicien el servicio que Dios y la Congregación les ha confiado.

Siento como deber expresar a cada uno de Uds. y de sus más estrechos colaboradores, tanto a los actuales como a quienes en algún momento tuvieron responsabilidades inspectoriales, mi agradecimiento y el del Consejo General por el ministerio realizado con generosidad y dedicación en estos años.

Quedo, asimismo, profundamente agradecido a la Inspectoría de León, España, por poner a disposición de la Congregación uno de sus hermanos más válidos.
Sientan a María Auxiliadora, que guió y acompañó a los pioneros de la presencia salesiana en Argentina, presente y materna en este momento histórico que les toca vivir.

Cuentan con mi cariño y mi bendición.
Cordialmente en Don Bosco

P. Pascual Chávez Villanueva
Rector Mayor

sábado, 4 de abril de 2009

La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según la Beata Ana Catalina Emmerick (2º parte)

XI
Origen del Via Crucis

25. Durante esta discusión, la Madre de Jesús, Magdalena y Juan estuvieron en una esquina de la plaza, mirando y escuchando con un profundo dolor. Cuando Jesús fue conducido a Herodes, Juan acompañó a la Virgen y a Magdalena por todo el camino que había seguido Jesús. Así volvieron a casa de Caifás, a casa de Anás, a Ofel, a Getsemaní, al jardín de los Olivos, y en todos los sitios, donde el Señor se había caído o había sufrido, se paraban en silencio, lloraban y sufrían con Él. La Virgen se prosternó más de una vez, y besó la tierra en los sitios en donde Jesús se había caído. Este fue el principio del Via Crucis y de los honores rendidos a la Pasión de Jesús, aun antes de que se cumpliera. La meditación de la Iglesia sobre los dolores de su Redentor comenzó en la flor más santa de la humanidad, en la Madre virginal del Hijo del hombre. La Virgen pura y sin mancha consagró para la Iglesia el Vía Crucis, para recoger en todos los sitios, como piedras preciosas, los inagotables méritos de Jesucristo; para recogerlos como flores sobre el camino y ofrecerlos a su Padre celestial por todos los que tienen fe. El dolor había puesto a Magdalena como fuera de sí. Su arrepentimiento y su gratitud no tenían límites, y cuando quería elevar hacia Él su amor, como el humo del incienso, veía a Jesús maltratado, conducido a la muerte, a causa de sus culpas, que había tomado sobre sí. Entonces sus pecados la penetraban de horror, su alma se le partía, y todos esos sentimientos se expresaban en su conducta, en sus palabras y en sus movimientos. Juan amaba y sufría. Conducía por la primera vez a la Madre de Dios por el camino de la cruz, donde la Iglesia debía seguirla, y el porvenir se le aparecía.

XII
Pilatos y su mujer

26. Mientras conducían a Jesús a casa de Herodes, vi a Pilatos con su mujer Claudia Procla. Habló mucho tiempo con Pilatos, le rogó por todo lo que le era más sagrado, que no hiciese mal ninguno a Jesús, el Profeta, el Santo de los Santos, y le contó algo de las visiones maravillosas que había tenido acerca de Jesús la noche precedente. Mientras hablaba, yo vi la mayor parte de esas visiones, pero no me acuerdo bien de qué modo se seguían. Ella vio las principales circunstancias de la vida de Jesús: la Anunciación de María, la Natividad, la Adoración de los Pastores y de los Reyes, la profecía de Simeón y de Ana, la huida a Egipto, la tentación en el desierto. Se le apareció siempre rodeado de luz, y vio la malicia y la crueldad de sus enemigos bajo las formas más horribles, vio sus padecimientos infinitos, su paciencia y su amor inagotables, la santidad y los dolores de su Madre. Estas visiones le causaron mucha inquietud y mucha tristeza; que todos esos objetos eran nuevos para ella, estaba suspensa y pasmada, y veía muchas de esas cosas, como, por ejemplo, la degollación de los inocentes y la profecía de Simeón, que sucedían cerca de su casa. Yo sé bien hasta qué punto un corazón compasivo puede estar atormentado por esas visiones; pues el que ha sentido una cosa, debe comprender lo que sienten los demás. Había sufrido toda la noche, y visto más o menos claramente muchas verdades maravillosas, cuando la despertó el ruido de la tropa que conducía a Jesús. Al mirar hacia aquel lado, vio al Señor, el objeto de todos esos milagros que le habían sido revelados, desfigurado, herido, maltratado por sus enemigos. Su corazón se trastornó a esta vista, y mandó en seguida llamar a Pilatos, y le contó, en medio de su agitación, lo que le acababa de suceder. Ella no lo comprendía todo, y no podía expresarlo bien; pero rogaba, suplicaba, instaba a su marido del modo más tierno. Pilatos, atónito y perturbado, unía lo que le decía su mujer con lo que había recogido de un lado y de otro acerca de Jesús, se acordaba del furor de los judíos, del silencio de Jesús y de las maravillosas respuestas a sus preguntas. Agitado e inquieto, cedió a los ruegos de su mujer, y le dijo: "He declarado que no hallaba ningún crimen en ese hombre. No lo condenaré: he reconocido toda la malicia de los judíos". Le habló también de lo que le había dicho Jesús; prometió a su mujer no condenar a Jesús, y le dio una prenda como garantía de su promesa. No sé si era una joya, un anillo o un sello. Así se separaron. Pilatos era un hombre corrompido, indeciso, lleno de orgullo, y al mismo tiempo de bajeza: no retrocedía ante las acciones más vergonzosas, cuando encontraba en ellas su interés, y al mismo tiempo se dejaba llevar por las supersticiones más ridículas cuando estaba en una posición difícil. Así en la actual circunstancia consultaba sin cesar a sus dioses, a los cuales ofrecía incienso en lugar secreto de su casa, pidiéndoles señales. Una de sus prácticas supersticiosas era ver comer a los pollos; pero todas estas cosas me parecían horribles, tan tenebrosas y tan infernales, que yo volvía la cara con horror. Sus pensamientos eran confusos, y Satanás le inspiraba tan pronto un proyecto como otro. La mayor confusión reinaba en sus ideas, y él mismo no sabía lo que quería.

XIII
Jesús delante de Herodes

27. El Tetrarca Herodes tenía su palacio situado al norte de la plaza, en la parte nueva de la ciudad, no lejos del de Pilatos. Una escolta de soldados romanos se había juntado a la de los judíos, y los enemigos de Jesús, furiosos por los paseos que les hacían dar, no cesaban de ultrajar al Salvador y de maltratarlo. Herodes, habiendo recibido el aviso de Pilatos, estaba esperando en una sala grande, sentado sobre almohadas que formaban una especie de trono. Los príncipes de los sacerdotes entraron y se pusieron a los lados, Jesús se quedó en la puerta. Herodes estuvo muy satisfecho al ver que Pilatos le reconocía, en presencia de los sacerdotes judíos, el derecho de juzgar a un Galileo. También se alegraba viendo delante de su tribunal, en estado de abatimiento, a ese Jesús que nunca se había dignado presentársele. Había recibido tantas relaciones acerca de Él, de parte de los herodianos y de todos sus espías, que su curiosidad estaba excitada. Cuando Herodes vio a Jesús tan desfigurado, cubierto de golpes, la cara ensangrentada, su vestido manchado, aquel príncipe voluptuoso y sin energía sintió una compasión mezclada de disgusto. Profirió el nombre de Dios, volvió la cara con repugnancia, y dijo a los sacerdotes: "Llevadlo, limpiadlo; ¿cómo podéis traer a mi presencia un hombre tan lleno de heridas?". Los alguaciles llevaron a Jesús al vestíbulo, trajeron agua y lo limpiaron, sin cesar de maltratarlo. Herodes reprendió a los sacerdotes por su crueldad; parecía que quería imitar la conducta de Pilatos, pues también les dijo: "Ya se ve que ha caído entre las manos de los carniceros; comenzáis las inmolaciones antes de tiempo". Los príncipes de los sacerdotes reproducían con empeño sus quejas y sus acusaciones. Herodes, con énfasis y largamente, repitió a Jesús todo lo que sabía de Él, le hizo muchas preguntas y le pidió que hiciera un prodigio. Jesús no respondía una palabra, y estaba delante de él con los ojos bajos, lo que irritó a Herodes. Me fue explicado que Jesús no habló, por estar Herodes excomulgado, a causa de su casamiento adúltero con Herodías y de la muerte de Juan Bautista. Anás y Caifás se aprovecharon del enfado que le causaba el silencio de Jesús, y comenzaron otra vez sus acusaciones: añadieron que había llamado a Herodes una zorra, y que pretendía establecer una nueva religión. Herodes, aunque irritado contra Jesús, era siempre fiel a sus proyectos políticos. No quería condenar al que Pilatos había declarado inocente, y creía conveniente mostrarse obsequioso hacia el gobernador en presencia de los príncipes de los sacerdotes. Llenó a Jesús de desprecios, y dijo a sus criados y a sus guardias, cuyo número se elevaba a doscientos en su palacio: "Tomad a ese insensato, y rendid a ese Rey burlesco los honores que merece. Es más bien un loco que un criminal". Condujeron al Salvador a un gran patio, donde lo llenaron de malos tratamientos y de escarnio. Uno de ellos trajo un gran saco blanco y con grandes risotadas se lo echaron sobre la cabeza a Jesús. Otro soldado trajo otro pedazo de tela colorada, y se la pusieron al cuello. Entonces se inclinaban delante de Él, lo empujaban, lo injuriaban, le escupían, le pegaban en la cara, porque no había querido responder a su Rey. Le hacían mil saludos irrisorios, le arrojaban lodo, tiraban de Él como para hacerle danzar; habiéndolo echado al suelo, lo arrastraron hasta un arroyo que rodeaba el patio, de modo que su sagrada cabeza pegaba contra las columnas y los ángulos de las paredes. Después lo levantaron, para renovar los insultos. Su cabeza estaba ensangrentada y lo vi caer tres veces bajo los golpes; pero vi también ángeles que le ungían la cabeza, y me fue revelado que sin este socorro del cielo, los golpes que le daban hubieran sido mortales. El tiempo urgía, los príncipes de los sacerdotes tenían que ir al templo, y cuando supieron que todo estaba dispuesto como lo habían mandado, pidieron otra vez a Herodes que condenara a Jesús; pero éste, para conformarse con las ideas de Pilatos, le mandó a Jesús cubierto con el vestido de escarnio.

XIV
De Herodes a Pilatos

28. Los enemigos de Jesús le condujeron de Herodes a Pilatos. Estaban avergonzados de tener que volver al sitio donde había sido ya declarado inocente. Por eso tomaron otro camino mucho más largo, para presentarle en medio de su humillación a otra parte de la ciudad, y también con el fin de dar tiempo a sus agentes para que agitaran los grupos conforme a sus proyectos. Ese camino era más duro y más desigual, y todo el tiempo que duró no cesaron de maltratar a Jesús. La ropa que le habían puesto le impedía andar, se cayó muchas veces en el lodo, lo levantaron a patadas, y dándole palos en la cabeza; recibió ultrajes infinitos, tanto de parte de los que le conducían, como del pueblo que se juntaba en el camino. Jesús pedía a Dios no morir, para poder cumplir su pasión y nuestra redención. Eran las ocho y cuarto cuando llegaron al palacio de Pilatos. La Virgen Santísima, Magdalena, y otras muchas santas mujeres, hasta veinte, estaban en un sitio, donde lo podían oír todo. Un criado de Herodes había venido ya a decir a Pilatos que su amo estaba lleno de gratitud por su fineza, y que no habiendo hallado en el célebre Galileo más que un loco estúpido, le había tratado como tal, y se lo volvía. Los alguaciles hicieron subir a Jesús la escalera con la brutalidad ordinaria; pero se enredó en su vestido, y cayó sobre los escalones de mármol blanco, que se tiñeron con la sangre de su cabeza sagrada; el pueblo reía de su caída y los soldados le pegaban para levantarlo. Pilatos avanzó sobre la azotea, y dijo a los acusadores de Jesús: "Me habéis traído a este hombre, como a un agitador del pueblo, le he interrogado delante de vosotros y no le he hallado culpable del crimen que le imputáis. Herodes tampoco le encuentra criminal. Por consiguiente, le mandaré azotar y dejarle". Violentos murmullos se elevaron entre los fariseos. Era el tiempo en que el pueblo venía delante del gobernador romano para pedirle, según una antigua costumbre, la libertad de un preso. Los fariseos habían enviado sus agentes con el fin de excitar a la multitud, a no pedir la libertad de Jesús, sino su suplicio. Pilatos esperaba que pedirían la libertad de Jesús, y tuvo la idea de dar a escoger entre Él y un insigne criminal, llamado Barrabás, que horrorizaba a todo el mundo. Hubo un movimiento en el pueblo sobre la plaza: un grupo se adelantó, encabezado por sus oradores, que gritaron a Pilatos: "Haced lo que habéis hecho siempre por la fiesta". Pilatos les dijo: "Es costumbre que liberte un criminal en la Pascua. ¿A quién queréis que liberte: a Barrabás o al Rey de los Judíos, Jesús, que dicen el ungido del Señor?". A esta pregunta de Pilatos hubo alguna duda en la multitud, y sólo algunas voces gritaron: "¡Barrabás!". Pilatos, habiendo sido llamado por un criado de su mujer, salió de la azotea un instante, y el criado le presentó la prenda que él le había dado, diciéndole: "Claudia Procla os recuerda la promesa de esta mañana". Mientras tanto los fariseos y los príncipes de los sacerdotes estaban en una grande agitación, amenazaban y ordenaban. Pilatos había devuelto su prenda a su mujer, para decirle que quería cumplir su promesa, y volvió a preguntar con voz alta: "¿Cuál de los dos queréis que liberte?". Entonces se elevó un grito general en la plaza: "No queremos a este, sino a Barrabás". Pilatos dijo entonces: "¿Qué queréis que haga con Jesús, que se llama Cristo?". Todos gritaron tumultuosamente: "¡Que sea crucificado!, ¡que sea crucificado!". Pilatos preguntó por tercera vez: "Pero, ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en Él crimen que merezca la muerte. Voy a mandarlo azotar y dejarlo". Pero el grito "¡crucificadlo!, ¡crucificadlo!" se elevó por todas partes como una tempestad infernal; los príncipes de los sacerdotes y los fariseos se agitaban y gritaban como furiosos. Entonces el débil Pilatos dio libertad al malhechor Barrabás, y condenó a Jesús a la flagelación.
XV
Flagelación de Jesús

29. Pilatos, juez cobarde y sin resolución, había pronunciado muchas veces estas palabras, llenas de bajeza: "No hallo crimen en Él; por eso voy a mandarle azotar y a darle libertad". Los judíos continuaban gritando: "¡Crucificadlo! ¡crucificadlo!". Sin embargo, Pilatos quiso que su voluntad prevaleciera y mandó azotar a Jesús a la manera de los romanos. Al norte del palacio de Pilatos, a poca distancia del cuerpo de guardia, había una columna que servía para azotar. Los verdugos vinieron con látigos, varas y cuerdas, y las pusieron al pie de la columna. Eran seis hombres morenos, malhechores de la frontera de Egipto, condenados por sus crímenes a trabajar en los canales y en los edificios públicos, y los más perversos de entre ellos hacían el oficio de verdugos en el Pretorio. Esos hombres crueles habían ya atado a esa misma columna y azotado hasta la muerte a algunos pobres condenados. Dieron de puñetazos al Señor, le arrastraron con las cuerdas, a pesar de que se dejaba conducir sin resistencia, y lo ataron brutalmente a la columna. Esta columna estaba sola y no servía de apoyo a ningún edificio. No era muy elevada; pues un hombre alto, extendiendo el brazo, hubiera podido alcanzar la parte superior. A media altura había anillas y ganchos. No se puede expresar con qué barbarie esos perros furiosos arrastraron a Jesús: le arrancaron la capa de irrisión de Herodes y le echaron casi al suelo. Jesús abrazó a la columna; los verdugos le ataron las manos, levantadas por alto a un anillo de hierro, y extendieron tanto sus brazos en alto, que sus pies, atados fuertemente a lo bajo de la columna, tocaban apenas al suelo. El Señor fue así extendido con violencia sobre la columna de los malhechores; y dos de esos furiosos comenzaron a flagelar su cuerpo sagrado desde la cabeza hasta los pies. Sus látigos o sus varas parecían de madera blanca flexible; puede ser también que fueran nervios de buey o correas de cuero duro y blanco. El Hijo de Dios temblaba y se retorcía como un gusano. Sus gemidos dulces y claros se oían como una oración en medio del ruido de los golpes. De cuando en cuando los gritos del pueblo y de los fariseos, cual tempestad ruidosa, cubrían sus quejidos dolorosos y llenos de bendiciones, diciendo: "¡Hacedlo morir! ¡crucificadlo!". Pilatos estaba todavía hablando con el pueblo, y cada vez que quería decir algunas palabras en medio del tumulto popular, una trompeta tocaba para pedir silencio. Entonces se oía de nuevo el ruido de los azotes, los quejidos de Jesús, las imprecaciones de los verdugos y el balido de los corderos pascuales. Ese balido presentaba un espectáculo tierno: eran las sotavoces que se unían a los gemidos de Jesús. El pueblo judío estaba a cierta distancia de la columna, los soldados romanos ocupando diferentes puntos, iban y venían, muchos profiriendo insultos, mientras que otros se sentían conmovidos y parecía que un rayo de Jesús les tocaba. Algunos alguaciles de los príncipes de los sacerdotes daban dinero a los verdugos, y les trajeron un cántaro de una bebida espesa y colorada, para que se embriagasen. Pasado un cuarto de hora, los verdugos que azotaban a Jesús fueron reemplazados por otros dos. La sangre del Salvador corría por el suelo. Por todas partes se oían las injurias y las burlas. Los segundos verdugos se echaron con una nueva rabia sobre Jesús; tenían otra especie de varas: eran de espino con nudos y puntas. Los golpes rasgaron todo el cuerpo de Jesús; su sangre saltó a cierta distancia, y ellos tenían los brazos manchados. Jesús gemía, oraba y se estremecía. Muchos extranjeros pasaron por la plaza, montados sobre camellos y se llenaron de horror y de pena cuando el pueblo les explicó lo que pasaba. Eran viajeros que habían recibido el bautismo de Juan, o que habían oído los sermones de Jesús sobre la montaña. El tumulto y los griegos no cesaban alrededor de la casa de Pilatos. Otros nuevos verdugos pegaron a Jesús con correas, que tenían en las puntas unos garfios de hierro, con los cuales le arrancaban la carne a cada golpe. ¡Ah! ¡quién podría expresar este terrible y doloroso espectáculo! La horrible flagelación había durado tres cuartos de hora, cuando un extranjero de clase inferior, pariente del ciego Ctesifón, curado por Jesús, se precipitó sobre la columna con una navaja, que tenía la figura de una cuchilla, gritando en tono de indignación: "¡Parad! No peguéis a ese inocente hasta hacerle morir". Los verdugos, hartos, se pararon sorprendidos; cortó rápidamente las cuerdas, atadas detrás de la columna, y se escondió en la multitud. Jesús cayó, casi sin conocimiento, al pie de la columna sobre el suelo, bañado en sangre. Los verdugos le dejaron, y se fueron a beber, llamando antes a los criados, que estaban en el cuerpo de guardia tejiendo la corona de espinas.

30. Vi a la Virgen Santísima en un éxtasis continuo durante la flagelación de nuestro divino Redentor. Ella vio y sufrió con un amor y un dolor indecibles todo lo que sufría su Hijo. Muchas veces salían de su boca leves quejidos y sus ojos estaban bañados en lágrimas. Las santas mujeres, temblando de dolor y de inquietud, rodeaban a la Virgen y lloraban como si hubiesen esperado su sentencia de muerte. María tenía un vestido largo azul, y por encima una capa de lana blanca, y un velo de un blanco casi amarillo. Magdalena, pálida y abatida de dolor, tenía los cabellos en desorden debajo de su velo. La cara de la Virgen estaba pálida y desencajada, sus ojos colorados de las lágrimas. No puedo expresar su sencillez y dignidad. Desde ayer no ha cesado de andar errante, en medio de angustias, por el valle de Josafat y las calles de Jerusalén, y, sin embargo, no hay ni desorden ni descompostura en su vestido, no hay un solo pliegue que no respire santidad; todo en ella es digno, lleno de pureza y de inocencia. María mira majestuosamente a su alrededor, y los pliegues de su velo, cuando vuelve la cabeza, tienen una vista singular. Sus movimientos son sin violencia, y en medio del dolor más amargo, su aspecto es sereno. Su vestido está húmedo del rocío de la noche y de las abundantes lágrimas que ha derramado. Es bella, de una belleza indecible y sobrenatural; esta belleza es pureza inefable, sencillez, majestad y santidad. Magdalena tiene un aspecto diferente. Es más alta y más fuerte, su persona y sus movimientos son más pronunciados. Pero las pasiones, el arrepentimiento, su dolor enérgico han destruido su belleza. Da miedo al verla tan desfigurada por la violencia de su desesperación; sus largos cabellos cuelgan desatados debajo de su velo despedazado. Está toda trastornada, no piensa más que en su dolor, y parece casi una loca. Hay mucha gente de Magdalum y de sus alrededores que la han visto llevar una vida escandalosa. Como ha vivido mucho tiempo escondida, hoy la señalan con el dedo y la llenan de injurias, y aún los hombres del populacho de Magdalum le tiran lodo. Pero ella no advierte nada, tan grande y fuerte es su dolor. Cuando Jesús, después de la flagelación, cayó al pie de la columna, vi a Claudia Procla, mujer de Pilatos, enviar a la Madre de Dios grandes piezas de tela. No sé si creía que Jesús sería libertado, y que su Madre necesitaría esa tela para curar sus llagas o si esa pagana compasiva sabía a qué uso la Virgen Santísima destinaría su regalo. María viendo a su Hijo despedazado, conducido por los soldados, extendió las manos hacia Él y siguió con los ojos las huellas ensangrentadas de sus pies. Habiéndose apartado el pueblo, María y Magdalena se acercaron al sitio en donde Jesús había sido azotado; escondidas por las otras santas mujeres, se bajaron al suelo cerca de la columna, y limpiaron por todas partes la sangre sagrada de Jesús con el lienzo que Claudia Procla había mandado. Eran las nueve de la mañana cuando acabó la flagelación.

XVI
La coronación de espinas

31. La coronación de espinas (1) se hizo en el patio interior del cuerpo de guardia. El pueblo estaba alrededor del edificio; pero pronto fue rodeado de mil soldados romanos, puestos en buen orden, cuyas risas y burlas excitaban el ardor de los verdugos de Jesús, como los aplausos del público excitan a los cómicos. En medio del patio había el trozo de una columna; pusieron sobre él un banquillo muy bajo. Habiendo arrastrado a Jesús brutalmente a este asiento, le pusieron la corona de espinas alrededor de la cabeza, y le atacaron fuertemente por detrás. Estaba hecha de tres varas de espino bien trenzadas, y la mayor parte de las puntas eran torcidas a propósito para adentro. Habiéndosela atado, le pusieron una caña en la mano; todo esto lo hicieron con una gravedad irrisoria, como si realmente lo coronasen rey. Le quitaron la caña de las manos, y le pegaron con tanta violencia en la corona de espinas, que los ojos del Salvador se inundaron de sangre. Sus verdugos arrodillándose delante de Él le hicieron burla, le escupieron a la cara, y le abofetearon, gritándole: "¡Salve, Rey de los judíos!". No podría repetir todos los ultrajes que imaginaban estos hombres. El Salvador sufría una sed horrible, su lengua estaba retirada, la sangre sagrada, que corría de su cabeza, refrescaba su boca ardiente y entreabierta. Jesús fue así maltratado por espacio de media hora en medio de la risa, de los gritos y de los aplausos de los soldados formados alrededor del Pretorio.

XVII
¡Ecce Homo!

32. Jesús, cubierto con la capa colorada, la corona de espinas sobre la cabeza, y el cetro de cañas en las manos atadas, fue conducido al palacio de Pilatos. Cuando llegó delante del gobernador, este hombre cruel no pudo menos de temblar de horror y de compasión, mientras el pueblo y los sacerdotes le insultaban y le hacían burla. Jesús subió los escalones. Tocaron la trompeta para anunciar que el gobernador quería hablar. Pilatos se dirigió a los príncipes de los sacerdotes y a todos los circunstantes, y les dijo: "Os lo presente otra vez para que sepáis que no hallo en Él ningún crimen". Jesús fue conducido cerca de Pilatos, de modo que todo el pueblo podía verlo. Era un espectáculo terrible y lastimoso la aparición del Hijo de Dios ensangrentado, con la corona de espinas, bajando sus ojos sobre el pueblo, mientras Pilatos, señalándole con el dedo, gritaba a los judíos: "¡Ecce Homo!". Los príncipes de los sacerdotes y sus adeptos, llenos de furia, gritaron: "¡Que muera! ¡Que sea crucificado!". – "¿No basta ya?", dijo Pilatos. "Ha sido tratado de manera que no le quedará gana de ser Rey". Pero estos insensatos gritaron cada vez más: "¡Que muera! ¡Que sea crucificado!". Pilatos mandó tocar la trompeta, y dijo: "Entonces, tomadlo y crucificadlo, pues no hallo en Él ningún crimen". Algunos de los sacerdotes gritaron: "¡Tenemos una ley por la cual debe morir, pues se ha llamado Hijo de Dios!". Estas palabras, se ha llamado Hijo de Dios, despertaron los temores supersticiosos de Pilatos; hizo conducir a Jesús aparte, y le preguntó de dónde era. Jesús no respondió, y Pilatos le dijo: "¿No me respondes? ¿No sabes que puedo crucificarte o ponerte en libertad?". Y Jesús respondió: "No tendrías tú ese poder sobre mí, si no lo hubieses recibido de arriba; por eso el que me ha entregado en tus manos ha cometido un gran pecado". Pilatos, en medio de su incertidumbre, quiso obtener del Salvador una respuesta que lo sacara de este penoso estado: volvió al Pretorio, y se estuvo solo con Él. "¿Será posible que sea un Dios? se decía a sí mismo, mirando a Jesús ensangrentado y desfigurado; después le suplicó que le dijera si era Dios, si era el Rey prometido a los judíos, hasta dónde se extendía su imperio, y de qué orden era su divinidad. No puedo repetir más que el sentido de la respuesta de Jesús. El Salvador le habló con gravedad y severidad; le dijo en qué consistía su reino y su imperio; después le reveló todos los crímenes secretos que él había cometido; le predijo la suerte miserable que le esperaba, y le anunció que el Hijo del hombre vendría a pronunciar contra él un juicio justo. Pilatos, medio atemorizado y medio irritado de las palabras de Jesús, volvió al balcón, y dijo otra vez que quería libertar a Jesús. Entonces gritaron: "¡Si lo libertas, no eres amigo del César!". Otros decían que lo acusarían delante del Emperador, de haber agitado su fiesta, que era menester acabar, porque a las diez tenían que estar en el templo. Por todas partes se oía gritar: "¡Que sea crucificado!"; hasta encima de las azoteas, donde había muchos subidos. Pilatos vio que sus esfuerzos eran inútiles. El tumulto y los gritos eran horribles, y la agitación del pueblo era tan grande que podía temerse una insurrección. Pilatos mandó que le trajesen agua; un criado se la echó sobre las manos delante del pueblo, y el gritó desde lo alto de la azotea: "Yo soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros responderéis por ella". Entonces se levantó un grito horrible y unánime de todo el pueblo, que se componía de gentes de toda la Palestina: "¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes!".

XVIII
Jesús condenado a muerte

33. Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que esa sangre redentora, que pide misericordia para nosotros, pidiera venganza contra ellos; Pilatos mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado, en donde brillaba una piedra preciosa y otra capa. Estaba rodeado de soldados, precedido de oficiales del tribunal y por delante tenía un hombre que tocaba la trompeta. Así fue desde su palacio hasta la plaza, donde había, enfrente de la columna de la flagelación, un sitio elevado para pronunciar los juicios. Este tribunal se llamaba Gabbata: era una elevación redonda, donde se subía por escalones. Muchos de los fariseos se habían ido ya al templo. No hubo más que Anás, Caifás y otros veintiocho, que vinieron al tribunal cuando Pilatos se puso sus vestidos de ceremonia. Los dos ladrones también fueron conducidos al tribunal, y el Salvador, con su capa colorada y su corona de espinas, fue colocado en medio de ellos. Cuando Pilatos se sentó, dijo a los judíos: "¡Ved aquí a vuestro Rey!"; y ellos respondieron: "¡Crucificadlo!". "¿Queréis que crucifique a vuestro Rey?", volvió a decir Pilatos. "¡No tenemos más Rey que César!" gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio. Los príncipes de los sacerdotes habían diferido la ejecución de los dos ladrones, ya anteriormente condenados al suplicio de la cruz, porque querían hacer una afrenta más a Jesús, asociándolo en su suplicio a dos malhechores de la última clase. Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al emperador Tiberio; después expuso la acusación intentada contra Jesús, que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte, por haber agitado la paz pública y violado su ley, haciéndose llamar Hijo de dios y Rey de los judíos, habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime. El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús, y al acabar dijo: "Condeno a Jesús de Nazareth, Rey de los judíos, a ser crucificado"; y mandó traer la cruz. Me parece que rompió un palo largo y que tiró los pedazos a los pies de Jesús. Mientras Pilatos pronunciaba su juicio inicuo, vi que su mujer Claudia Procla le devolvía su prenda y la renunciaba. La tarde de este mismo día se salió secretamente del palacio, para refugiarse con los amigos de Jesús. Ese mismo día, a poco tiempo después, vi a un amigo del Salvador grabar sobre una piedra verdusca, detrás de la altura de Gabbata, dos líneas donde había estas palabras: Judex injustus, y el nombre de Claudia Procla. Esta piedra se halla todavía en los cimientos de una casa o de una iglesia en Jerusalén, en el sitio donde estaba Gabbata. Claudia Procla se hizo cristiana, siguió a San Pablo, y fue su fiel discípula. Los dos ladrones estaban a derecha y a izquierda de Jesús: tenían las manos atadas y una cadena al cuello; el que se convirtió después, se mantuvo desde entonces tranquilo y pensativo; el otro, grosero e insolente, se unió a los alguaciles para maldecir e insultar a Jesús, que miraba a sus dos compañeros con amor, y ofrecía sus tormentos por la salvación. Los alguaciles juntaban los instrumentos del suplicio, y lo preparaban todo para esta terrible y dolorosa marcha. Anás y Caifás habían acabado sus discusiones con Pilatos: tenían dos bandas de pergamino con la copia de la sentencia, y se dirigían con precipitación al templo temiendo llegar tarde.

XIX
Jesús con la Cruz a cuestas

34. Cuando Pilatos salió del tribunal, una parte de los soldados le siguió, y se formó delante del palacio; una pequeña escolta se quedó con los condenados. Veintiocho fariseos armados vinieron a caballo para acompañar al suplicio a nuestro Redentor. Los alguaciles lo condujeron al medio de la plaza, donde vinieron esclavos a echar la cruz a sus pies. Los dos brazos estaban provisionalmente atados a la pieza principal con cuerdas. Jesús se arrodilló cerca de ella, la abrazó y la besó tres veces, dirigiendo a su Padre acciones de la gracias pro la redención del género humano. Los solados levantaron a Jesús sobre sus rodillas, y tuvo que cargar con mucha pena con esta carga pesada sobre su hombro derecho. Vi ángeles invisibles ayudarle, pues si no, no hubiera podido levantarla. Mientras Jesús oraba, pusieron sobre el pescuezo a los dos ladrones las piezas traveseras de sus cruces, atándoles las manos; las grandes piezas las llevaban esclavos. La trompeta de la caballería de Pilatos tocó; uno de los fariseos a caballo se acercó a Jesús, arrodillado bajo su carga; y entonces comenzó la marcha triunfal del Rey de los reyes, tan ignominiosa sobre la tierra y tan gloriosa en el cielo. Habían atado dos cuerdas a la punta del árbol de la cruz y dos soldados la mantenían en el aire; otros cuatro tenían cuerdas atadas a la cintura de Jesús. El Salvador, bajo su peso, me recordó a Isaac, llevando a la montaña la leña para su sacrificio. La trompeta de Pilatos dio la señal de marcha, porque el gobernador en persona quería ponerse a la cabeza de un destacamento para impedir todo movimiento tumultuoso. Iba a caballo, rodeado de sus oficiales y de tropa de caballería. Detrás venía un cuerpo de trescientos hombres de infantería, todos de la frontera de Italia y de Suiza. Delante se veía una trompa que tocaba en todas las esquinas y proclamaba la sentencia. A pocos pasos seguía una multitud de hombres y de chiquillos, que traían cordeles, clavos, cuñas y cestas que contenían diferentes objetos; otros, más robustos, traían palos, escaleras y las piezas principales de las cruces de los dos ladrones. Detrás se notaban algunos fariseos a caballo, y un joven que llevaba sobre el pecho la inscripción que Pilatos había hecho para la cruz. Llevaban también en la punta de un palo la corona de espinas de Jesús, que no habían querido dejarle sobre la cabeza mientras cargaba la cruz. Al fin venía nuestro Señor, los pies desnudos y ensangrentados, abrumado bajo el peso de la cruz, temblando, debilitado por la pérdida de la sangre y devorado de calentura y de sed. Con la mano derecha sostenía la cruz sobre su hombro derecho; su mano izquierda, cansada, hacía de cuando en cuando esfuerzos para levantarse su largo vestido, con que tropezaban sus pies heridos. Cuatro soldados tenían a grande distancia la punta de los cordeles atados a la cintura; los dos de delante le tiraban; los dos que seguían le empujaban, de suerte que no podía asegurar su paso. A su rededor no había más que irrisión y crueldad; mas su boca rezaba y sus ojos perdonaban. Detrás de Jesús iban los dos ladrones, llevados también por cuerdas. La mitad de los fariseos a caballos cerraba la marcha; algunos de ellos corrían acá y allá para mantener el orden. A una distancia bastante grande venía la escolta de Pilatos: el gobernador romano tenía su uniforme de guerra; en medio de sus oficiales, precedido de un escuadrón de caballería, y seguido de trescientos infantes, atravesó la plaza, y entró en una calle bastante ancha. Jesús fue conducido por una calle estrecha, para no estorbar a la gente que iba al templo ni a la tropa de Pilatos. La mayor parte del pueblo se había puesto en movimiento, después de haber condenado a Jesús. Una gran parte de los judíos se fueron a sus casas o al templo; sin embargo, la multitud era todavía numerosa, y se precipitaban delante para ver pasar la triste procesión. La calle por donde pasaba Jesús era muy estrecha y muy sucia; tuvo mucho que sufrir; el pueblo lo injuriaba desde las ventanas, los esclavos le tiraban lodo y hasta los niños traían piedras en sus vestidos para echarlas delante de los pies del Salvador.

XX
Primera caída de Jesús debajo de la Cruz

35. La calle, poco antes de su fin, tuerce a la izquierda, se ensancha y sube un poco; por ella pasa un acueducto subterráneo, que viene del monte de Sión. Antes de la subida hay un hoyo, que tiene con frecuencia agua y lodo cuando llueve, por cuya razón han puesto una piedra grande para facilitar el paso. Cuando llegó Jesús a este sitio, ya no podía andar; como los solados tiraban de Él y lo empujaban sin misericordia, cayó a lo largo contra esa piedra, y la cruz cayó a su lado. Los verdugos se pararon, llenándolo de imprecaciones y pegándole; en vano Jesús tendía la mano para que le ayudasen, diciendo: "¡Ah, presto se acabará!", y rogó por sus verdugos; mas los fariseos gritaron: "¡Levantadlo, si no morirá en nuestras manos!". A los dos lados del camino había mujeres llorando y niños asustados. Sostenido por un socorro sobrenatural, Jesús levantó la cabeza, y aquellos hombres atroces, en lugar de aliviar sus tormentos, le pusieron la corona de espinas. Habiéndolo levantado, le cargaron la cruz sobre los hombros, y tuvo que ladear la cabeza, con dolores infinitos, para poder colocar sobre su hombro el peso con que estaba cargado.

XXI
Jesús encuentra a su Santísima Madre – Segunda caída

36. La dolorosa Madre de Jesús había salido de la plaza después de pronunciada la sentencia inicua, acompañada de Juan y de algunas mujeres, había visitado muchos sitios santificados por los padecimientos de Jesús; pero cuando el sonido de la trompeta, el ruido del pueblo y la escolta de Pilatos anunciaron la marcha hasta el Calvario, no pudo resistir al deseo de ver todavía a su Divino Hijo, y pidió a Juan que la condujese a uno de los sitios por donde Jesús debía pasar: se fueron a un palacio, cuya puerta daba a la calle, donde entró la escolta después de la primera caída de Jesús; era, si no me equivoco, la habitación del sumo pontífice Caifás. Juan obtuvo de un criado o portero compasivo el permiso de ponerse en la puerta con María y los que la acompañaban. La Madre de Dios estaba pálida y con los ojos llenos de lágrimas y cubierta enteramente de una capa parda azulada. Se oía ya el ruido que se acercaba, el sonido de la trompeta, y la voz del pregonero, publicando la sentencia en las esquinas. El criado abrió la puerta, el ruido era cada vez más fuerte y espantoso. María oró, y dijo a Juan: "¿Debo ver este espectáculo? ¿Debo huir? ¿Podré yo soportarlo?". Al fin salieron a la puerta. María se paró, y miró; la escolta estaba a ochenta pasos; no había gente delante, sino por los lados y atrás. Cuando los que llevaban los instrumentos de suplicio se acercaron con aire insolente y triunfante, la Madre de Jesús se puso a temblar y a gemir, juntando las manos, y uno de esos hombres preguntó: "¿Quién es esa mujer que se lamenta?"; y otro respondió: "Es la Madre del Galileo". Los miserables al oír tales palabras, llenaron de injurias a esta dolorosa madre, la señalaban con el dedo, y uno de ellos tomó en sus manos los clavos con que debían clavar a Jesús en la cruz, y se los presentó a la Virgen en tono de burla. María miró a Jesús y se agarró a la puerta para no caerse. Los fariseos pasaron a caballo, después el niño que llevaba la inscripción, detrás su Santísimo Hijo Jesús, temblando, doblado bajo la pesada carga de la cruz, inclinando sobre su hombro la cabeza coronada de espinas. Echaba sobre su Madre una mirada de compasión, y habiendo tropezado cayó por segunda vez sobre sus rodillas y sobre sus manos. María, en medio de la violencia de su dolor, no vio ni soldados ni verdugos; no vio más que a su querido Hijo; se precipitó desde la puerta de la casa en medio de los soldados que maltrataban a Jesús, cayó de rodillas a su lado, y se abrazó a Él. Yo oí estas palabras: "¡Hijo mío!" – "¡Madre mía!". Pero no sé si realmente fueron pronunciadas, o sólo en el pensamiento. Hubo un momento de desorden: Juan y las santas mujeres querían levantar a María. Los alguaciles la injuriaban; uno de ellos le dijo: "Mujer, ¿qué vienes a hacer aquí? Si lo hubieras educado mejor, no estaría en nuestras manos". Algunos soldados tuvieron compasión. Juan y las santas mujeres la condujeron atrás a la misma puerta, donde la vi caer sobre sus rodillas y dejar en la piedra angular la impresión de sus manos. Esta piedra, que era muy dura, fue transportada a la primera iglesia católica, cerca de la piscina de Betesda, en el episcopado de Santiago el Menor. Mientras tanto, los alguaciles levantaron a Jesús y habiéndole acomodado la cruz sobre sus hombros, le empujaron con mucha crueldad para que siguiese adelante.

XXII
Simón Cirineo – Tercera caída de Jesús

37. Llegaron a la puerta de una muralla vieja, interior de la ciudad. Delante de ella hay una plaza, de donde salen tres calles. En esa plaza, Jesús, al pasar sobre una piedra gruesa, tropezó y cayó; la cruz quedó a su lado, y no se pudo levantar. Algunas personas bien vestidas que pasaban para ir al templo, exclamaron llenas de compasión: "¡Ah! ¡El pobre hombre se muere!". Hubo algún tumulto; no podían poner a Jesús en pie, y los fariseos dijeron a los soldados: "No podremos llevarlo vivo, si no buscáis a un hombre que le ayude a llevar la cruz". Vieron a poca distancia un pagano, llamado Simón Cirineo, acompañado de sus tres hijos, que llevaba debajo del brazo un haz de ramas menudas, pues era jardinero, y venía de trabajar en los jardines situados cerca de la muralla oriental de la ciudad. Estaba en medio de la multitud, de donde no podía salir, y los soldados, habiendo reconocido por su vestido que era un pagano y un obrero de la clase inferior, lo llamaron y le mandaron que ayudara al Galileo a llevar su cruz. Primero rehusó, pero tuvo que ceder a la fuerza. Simón sentía mucho disgusto y repugnancia, a causa del triste estado en que se hallaba Jesús, y de su ropa toda llena de lodo. Mas Jesús lloraba, y le miraba con ternura. Simón le ayudó a levantarse, y al instante los alguaciles ataron sobre sus hombros uno de los brazos de la cruz. Él seguía a Jesús, que se sentía aliviado de su carga. Se pusieron otra vez en marcha. Simón era un hombre robusto, de cuarenta años; sus hijos llevaban vestidos de diversos colores. Dos eran ya crecidos, se llamaban Rufo y Alejandro: se reunieron después a los discípulos de Jesús. El tercero era más pequeño, y lo he visto con San Esteban, aún niño. Simón no llevó mucho tiempo la cruz sin sentirse penetrado de compasión.

XXIII
La Verónica y el Sudario

38. La escolta entró en una calle larga que torcía un poco a la izquierda, y que estaba cortada por otras transversales. Muchas personas bien vestidas se dirigían al templo; pero algunas se retiraban a la vista de Jesús, por el temor farisaico de contaminarse; otras mostraban alguna compasión. Habían andado unos doscientos pasos desde que Simón ayudaba a Jesús a llevar la cruz, cuando una mujer de elevada estatura y de aspecto imponente, llevando de la mano a una niña, salió de una bella casa situada a la izquierda, y se puso delante. Era Serafia, mujer de Sirac, miembro del Consejo del templo, que se llamaba Verónica, de Vera Icon (verdadero retrato), a causa de lo que hizo en ese día. Serafia había preparado en su casa un excelente vino aromatizado, con la piadosa intención de dárselo a beber al Señor en su camino de dolor. Salió a la calle, cubierta de su velo; tenía un paño sobre sus hombros; una niña de nueve años, que había adoptado pro hija, estaba a su lado, y escondió, al acercarse la escolta, el vaso lleno de vino. Los que iban delante quisieron rechazarla; mas ella se abrió paso en medio de la multitud, de los soldados y de los alguaciles, y llegando hasta Jesús, se arrodilló, y le presentó el paño extendido diciendo: "Permitidme que limpie la cara de mi Señor". El Señor tomó el paño, lo aplicó sobre su cara ensangrentada, y se lo devolvió, dándole las gracias. Serafia, después de haberlo besado, lo metió debajo de su capa, y se levantó. La niña levantó tímidamente el vaso de vino hacia Jesús; pero los soldados no permitieron que bebiera. La osadía y la prontitud de esta acción habían excitado un movimiento en la multitud, por los que se paró la escolta como unos dos minutos. Verónica había podido presentar el sudario. Los fariseos y los alguaciles, irritados de esta parada, y sobre todo, de este homenaje público, rendido al Salvador, pegaron y maltrataron a Jesús, mientras Verónica entraba en su casa. Apenas había penetrado en su cuarto, extendió el sudario sobre la mesa que tenía delante, y cayó sin conocimiento. La niña se arrodilló a su lado llorando. Un conocido que venía a verla la halló así al lado de un lienzo extendido, donde la cara ensangrentada de Jesús estaba estampada de un modo maravilloso. Se sorprendió con este espectáculo, la hizo volver en sí, y le mostró el sudario delante del cual ella se arrodilló, llorando y diciendo: "Ahora lo quiero dejar todo, pues el Señor me ha dado un recuerdo". Este sudario era de lana fina, tres veces más largo que ancho, y se llevaba habitualmente alrededor del cuello: era costumbre ir con un sudario semejante a socorrer a los afligidos o enfermos, o a limpiarles la cara en señal de dolor o de compasión. Verónica guardó siempre el sudario a la cabecera de su cama. Después de su muerte fue para la Virgen, y después para la Iglesia por intermedio de los Apóstoles.

XXIV
Las hijas de Jerusalén

39. La escolta estaba todavía a cierta distancia de la puerta, situada en la dirección del sudoeste. Al acercarse a la puerta los alguaciles empujaron a Jesús en medio de un lodazal. Simón Cirineo quiso pasar por el lado, y habiendo ladeado la cruz, Jesús cayó por cuarta vez. Entonces, en medio de sus lamentos, dijo con voz inteligible: "¡Ah Jerusalén, cuánto te he amado! ¡He querido juntar a tus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, y tú me echas cruelmente fuera de tus puertas!". Al oír estas palabras, los fariseos le insultaron de nuevo, y pegándole lo arrastraron para sacarlo del lodo. Simón Cirineo se indignó tanto de ver esta crueldad, que exclamó: "Si no cesáis de insultarle suelto la cruz, aunque me matéis". Al salir de la puerta encontraron una multitud de mujeres que lloraban y gemían. Eran vírgenes y mujeres pobres de Belén, de Hebrón y de otros lugares circunvecinos, que habían venido a Jerusalén para celebrar la Pascua. Jesús desfalleció; Simón se acercó a Él y le sostuvo, impidiendo así que se cayera del todo. Esta es la quinta caída de Jesús debajo de la cruz. A vista de su cara tan desfigurada y tan llena de heridas, comenzaron a dar lamentos, y según la costumbre de los judíos, le presentaron lienzos para limpiarse el rostro. El Salvador se volvió hacia ellas, y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, pues vendrá un tiempo en que se dirá: "¡Felices las estériles y las entrañas que no han engendrado y los pechos que no han dado de mamar". Entonces empezarán a decir a los montes: "¡Caed sobre nosotros!"; y a las alturas: "¡Cubridnos! Pues si así se trata al leño verde, ¿qué se hará con el seco?". Aquí pararon en este sitio: los que llevaban los instrumentos de suplicio fueron al monte Calvario, seguidos de cien soldados romanos de la escolta de Pilatos, quien al llegar a la puerta, se volvió al interior de la ciudad.

XXV
Jesús sobre el Gólgota

40. Se pusieron en marcha. Jesús, doblando bajo su carga y bajo los golpes de los verdugos, subió con mucho trabajo el rudo camino que se dirigía al norte, entre las murallas de la ciudad y el monte Calvario. En el sitio en donde el camino tuerce al mediodía se cayó por sexta vez, y esta caída fue muy dolorosa. Los malos tratamientos que aquí le dieron llegaron a su colmo. El Salvador llegó a la roca del Calvario, donde cayó por séptima vez. Simón Cirineo, maltratado también y agobiado por el cansancio, estaba lleno de indignación: hubiera querido aliviar todavía a Jesús, pero los alguaciles lo echaron, llenándole de injurias. Se reunió poco después a los discípulos. Echaron también a toda la gente que había venido por mera curiosidad. Los fariseos a caballo habían seguido caminos cómodos, situados al lado occidental del Calvario. El llano que hay en la elevación, el sitio del suplicio, es de forma circular y está rodeado de un terraplén cortado por cinco caminos. Estos cinco caminos se hallan en muchos sitios del país, en los cuales se baña, se bautiza, en la piscina de Betesda: muchos pueblos tienen también cinco puertas. Hay en esto una profunda significación profética, a causa de la abertura de los cinco medios de salvación en las cinco llagas del Salvador. Los fariseos a caballo se pararon delante de la llanura al lado occidental, donde la cuesta es suave: el lado por donde conducen a los condenados, es áspero y rápido. Cien soldados romanos se hallaban alrededor del llano. Mucha gente, la mayor parte de baja clase, extranjeros, esclavos, paganos, sobre todo mujeres, rodeaban el llano y las alturas circunvecinas, no temiendo contaminarse. Eran las doce menos cuarto cuando el Señor dio la última caída y echaron a Simón. Los alguaciles insultando a Jesús, le decían: "Rey de los judíos, vamos a componer tu trono". Pero Él mismo se acostó sobre la cruz y lo extendieron para tomar su medida; en seguida lo condujeron setenta pasos al norte, a una especie de hoyo abierto en la roca, que parecía una cisterna: lo empujaron tan brutalmente, que se hubiera roto las rodillas contra la piedra, si los ángeles no lo hubiesen socorrido. Le oí gemir de un modo que partía el corazón. Cerraron la entrada y dejaron centinelas. Entonces comenzaron sus preparativos. En medio del llano circular estaba el punto más elevado de la roca del Calvario; era una eminencia redonda, de dos pies de altura, a la cual se subía por escalones. Abrieron en ella tres hoyos, adonde debían plantarse las tres cruces, e hicieron otros preparativos para la crucifixión.

XXVI
María y las santas mujeres van al Calvario

41. La Virgen, después de su doloroso encuentro con Jesús, habíase retirado a una casa vecina; pero su amor maternal y el deseo ardiente de estar con su Hijo crecía cada instante. Se fue a casa de Lázaro, donde estaban las otras santas mujeres, y diecisiete de ellas se juntaron con Ella para seguir el camino de la Pasión. Las vi cubiertas con sus velos, ir a la plaza, sin hacer caso de las injurias del pueblo, besar el suelo en donde Jesús había cargado con la cruz, y así seguir adelante por todo el camino que había llevado. María buscaba los vestigios de sus pasos, y mostraba a sus compañeras los sitios consagrados por alguna circunstancia dolorosa. De este modo la devoción más tierna de la Iglesia fue escrita por la primera vez en el corazón maternal de María con la espada que predijo el viejo Simeón. Pasó de Ella a sus compañeras, y de éstas hasta nosotros. Estas santas mujeres entraron en casa de Verónica, porque Pilatos volvía por la misma calle con su escolta, examinaron llorando la cara de Jesús estampada en el sudario, y admiraron la gracia que había hecho a esta santa mujer. En seguida se dirigieron todas juntas hacia el Gólgota. Subieron al Calvario por el lado occidental, por donde la subida es más cómoda. La Madre de Jesús, su sobrina María, hija de Cleofás, Salomé y Juan, se acercaron hasta el llano circular; Marta, María Helí, Verónica, Juana Chusa, Susana y María, madre de Marcos, se detuvieron a cierta distancia con Magdalena, que estaba como fuera de sí. Más lejos estaban otras siete, y algunas personas compasivas que establecían las comunicaciones de un grupo al otro. ¡Qué espectáculo para María el ver este sitio del suplicio, los clavos, los martillos, las cuerdas, la terrible cruz, los verdugos, empeñados en hacer los preparativos para la crucifixión! La ausencia de Jesús prolongaba su martirio: sabía que estaba todavía vivo, deseaba verlo, y temblaba al pensar en los tormentos a que lo vería expuesto. Desde por la mañana hasta las diez hubo granizo por intervalos, mas a las doce una niebla encarnada oscureció el sol.

XXVII
Jesús despojado de sus vestiduras y clavado en la cruz

42. Cuatro alguaciles fueron a sacar a Jesús del sitio en donde le habían encerrado. Le dieron golpes llenándole de ultrajes en estos últimos pasos que le quedaban por andar, y arrastráronle sobre le elevación. Cuando las santas mujeres vieron al Salvador dieron dinero a un hombre para que le procurase el permiso de dar a Jesús el vino aromatizado de Verónica. Mas los alguaciles las engañaron y se quedaron con el vino, ofreciendo al Señor una mezcla de vino y mirra. Jesús mojó sus labios, pero no bebió. En seguida los alguaciles quitaron a Nuestro Señor su capa, y como no podían sacarle la túnica sin costuras que su Madre le había hecho, a causa de la corona de espinas, arrancaron con violencia esta corona de la cabeza, abriendo todas sus heridas. No le quedaba más que un lienzo alrededor de los riñones. El Hijo del hombre estaba temblando, cubierto de llagas y despedazados sus hombros hasta los huesos. Habiéndole hecho sentar sobre una piedra le pusieron la corona sobre la cabeza, y le presentaron un vaso con hiel y vinagre; mas Jesús volvió la cabeza sin decir palabra.

43. Después que los alguaciles extendieron al divino Salvador sobre la cruz, y habiendo estirado su brazo derecho sobre el brazo derecho de la cruz, lo ataron fuertemente; uno de ellos puso la rodilla sobre su pecho sagrado, otro le abrió la mano, y el tercero apoyó sobre la carne un clavo grueso y largo, y lo clavó con un martillo de hierro. Un gemido dulce y claro salió del pecho de Jesús y su sangre saltó sobre los brazos de sus verdugos. Los clavos era muy largos, la cabeza chata y del diámetro de una moneda mediana, tenían tres esquinas y eran del grueso de un dedo pulgar a la cabeza: la punta salía detrás de la cruz. Habiendo clavado la mano derecha del Salvador, los verdugos vieron que la mano izquierda no llegaba al agujero que habían abierto; entonces ataron una cuerda a su brazo izquierdo, y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que la mano llegó al agujero. Esta dislocación violenta de sus brazos lo atormentó horriblemente, su pecho se levantaba y sus rodillas se estiraban. Se arrodillaron de nuevo sobre su cuerpo, le ataron el brazo para hundir el segundo clavo en la mano izquierda; otra vez se oían los quejidos del Señor en medio de los martillazos. Los brazos de Jesús quedaban extendidos horizontalmente, de modo que no cubrían los brazos de la cruz. La Virgen Santísima sentía todos los dolores de su Hijo: Estaba cubierta de una palidez mortal y exhalaba gemidos de su pecho. Los fariseos la llenaban de insultos y de burlas. Habían clavado a la cruz un pedazo de madera para sostener los pies de Jesús, a fin de que todo el peso del cuerpo no pendiera de las manos, y para que los huesos de los pies no se rompieran cuando los clavaran. Ya se había hecho el clavo que debía traspasar los pies y una excavación para los talones. El cuerpo de Jesús se hallaba contraído a causa de la violenta extensión de los brazos. Los verdugos extendieron también sus rodillas atándolas con cuerdas; pero como los pies no llegaban al pedazo de madera, puesto para sostenerlos, unos querían taladrar nuevos agujeros para los clavos de las manos; otros vomitando imprecaciones contra el Hijo de Dios, decían: "No quiere estirarse, pero vamos a ayudarle". En seguida ataron cuerdas a su pierna derecha, y lo tendieron violentamente, hasta que el pie llegó al pedazo de madera. Fue una dislocación tan horrible, que se oyó crujir el pecho de Jesús, quien, sumergido en un mar de dolores, exclamó: "¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío!". Después ataron el pie izquierdo sobre el derecho, y habiéndolo abierto con una especie de taladro, tomaron un clavo de mayor dimensión para atravesar sus sagrados pies. Esta operación fue la más dolorosa de todas. Conté hasta treinta martillazos. Los gemidos de Jesús eran una continua oración, que contenía ciertos pasajes de los salmos que se estaban cumpliendo en aquellos momentos. Durante toda su larga Pasión el divino Redentor no ha cesado de orar. He oído y repetido con Él estos pasajes, y los recuerdo algunas veces al rezar los salmos; pero actualmente estoy tan abatida de dolor, que no puedo coordinarlos. El jefe de la tropa romana había hecho clavar encima de la cruz la inscripción de Pilatos. Como los romanos se burlaban del título de Rey de los judíos, algunos fariseos volvieron a la ciudad para pedir a Pilatos otra inscripción. Eran las doce y cuarto cuando Jesús fue crucificado, y en el mismo momento en que elevaban la cruz, el templo resonaba con el ruido de las trompetas que celebraban la inmolación del cordero pascual.

XXVIII
Exaltación de la Cruz

44. Los verdugos, habiendo crucificado a Nuestro Señor, alzaron la cruz dejándola caer con todo su peso en el hueco de una peña con un estremecimiento espantoso. Jesús dio un grito doloroso, sus heridas se abrieron, su sangre corrió abundantemente. Los verdugos, para asegurar la cruz, la alzaron nuevamente, clavando cinco cuñas a su alrededor. Fue un espectáculo horrible y doloroso el ver, en medio de los gritos e insultos de los verdugos, la cruz vacilar un instante sobre su base y hundirse temblando en la tierra; mas también se elevaron hacia ella voces piadosas y compasivas. Las voces más santas del mundo, las de las santas mujeres y de todos aquellos que tenían el corazón puro, saludaron con acento doloroso al Verbo humanado elevado sobre la cruz. Sus manos vacilantes se elevaron para socorrerlo; pero cuando la cruz se hundió en el hoyo de la roca con grande estruendo, hubo un momento de silencio solemne; todo el mundo parecía penetrado de una sensación nueva y desconocida hasta entonces. El infierno mismo se estremeció de terror al sentir el golpe de la cruz que se hundió, y redobló sus esfuerzos contra ella. Las almas encerradas en el limbo lo oyeron con una alegría llena de esperanza: para ellas era el anuncio del Triunfador que se acercaba a las puertas de la Redención. La sagrada cruz se elevaba por primera vez en medio de la tierra, cual otro árbol de vida en el Paraíso, y de las llagas de Jesús salían cuatro arroyos sagrados para fertilizar la tierra, y hacer de ella el nuevo Paraíso. El sitio donde estaba clavada la cruz era más elevado que el terreno circunvecino; los pies del Salvador bastante bajos para que sus amigos pudieran besarlos. El rostro del Señor miraba al noroeste.

XXIX
Crucifixión de los ladrones

45. Mientras crucificaban a Jesús, los dos ladrones estaban tendidos de espaldas a poca distancia de los guardas que lo vigilaban. Los acusaban de haber asesinado a una mujer con sus hijos, en el camino de Jerusalén a Jopé. Habían estado mucho tiempo en la cárcel antes de su condenación. El ladrón de la izquierda tenía más edad, era un gran criminal, el maestro y el corruptor del otro; los llamaban ordinariamente Dimas y Gesmas. Formaban parte de una compañía de ladrones de la frontera de Egipto, los cuales en años anteriores, habían hospedado una noche a la Sagrada Familia, en la huida a Egipto. Dimas era aquel niño leproso, que en aquella ocasión fue lavado en el agua que había servido de baño al niño Jesús, curando milagrosamente de su enfermedad. Los cuidados de su madre para con la Sagrada Familia fueron recompensados con este milagro. Dimas no conocía a Jesús; pero como su corazón no era malo, se conmovía al ver su paciencia más que humana. Entretanto los verdugos ya habían plantado la cruz del Salvador, y se daban prisa para crucificar a los dos ladrones; pues el sol se oscurecía ya, y en toda la naturaleza había un movimiento como cuando se acerca una tormenta. Arrimaron escaleras a las dos cruces ya plantadas y clavaron las piezas transversales. Sujetados los brazos de los ladrones a los de las cruces, les ataron los puños, las rodillas y los pies, apretando las cuerdas con tal vehemencia que se dislocaron las coyunturas. Dieron gritos terribles, y el buen ladrón dijo cuando lo subían: "Si nos hubieseis tratado como al pobre Galileo, no tendríais el trabajo de levantarnos así en el aire". Mientras tanto los ejecutores habían hecho partes de los vestidos de Jesús para repartírselos. No pudiendo saber a quién le tocaría su túnica inconsútil trajeron una mesa con números, sacaron unos dados que tenían figura de habas, y la sortearon. Pero un criado de Nicodemus y de José de Arimatea vino a decirles que hallarían compradores de los vestidos de Jesús; consintieron en venderlos y así conservaron los cristianos estos preciosos despojos.

XXX
Jesús crucificado y los dos ladrones

46. Los verdugos, habiendo plantado las cruces de los ladrones, aplicaron escaleras a la cruz del Salvador, para cortar las cuerdas que tenían atado su Sagrado Cuerpo. La sangre, cuya circulación había sido interceptada por la posición horizontal y compresión de los cordeles, corrió con ímpetu de las heridas, y fue tal el padecimiento, que Jesús inclinó la cabeza sobre su pecho y se quedó como muerto durante unos siete minutos. Entonces hubo un rato de silencio: se oía otra vez el sonido de las trompetas del templo de Jerusalén. Jesús tenía el pecho ancho, los brazos robustos; sus manos bellas, y, sin ser delicadas, no se parecían a las de un hombre que las emplea en penosos trabajos. Su cabeza era de una hermosa proporción, su frente alta y ancha; su cara formaba un lindo óvalo; sus cabellos, de un color de cobre oscuro, no eran muy espesos. Entre las cruces de los ladrones y la de Jesús había bastante espacio para que un hombre a caballo pudiese pasar. Los dos ladrones sobre sus cruces ofrecían un espectáculo muy repugnante y terrible, especialmente el de la izquierda, que no cesaba de proferir injurias y blasfemias contra el Hijo de Dios.

XXXI
Primera palabra de Jesús en la Cruz

47. Acabada la crucifixión de los ladrones, los verdugos se retiraron, y los cien soldados romanos fueron relevados por otros cincuenta, bajo el mando de Abenadar, árabe de nacimiento, bautizado después con el nombre de Ctesifón; el segundo jefe se llamaba Casio, y recibió después el nombre de Longinos. En estos momentos llegaron doce fariseos, doce saduceos, doce escribas y algunos ancianos, que habían pedido inútilmente a Pilatos que mudase la inscripción de la cruz, y cuya rabia se había aumentado por la negativa del gobernador. pasando por delante de Jesús, menearon desdeñosamente la cabeza, diciendo: "¡Y bien, embustero; destruye el templo y levántalo en tres días! - ¡Ha salvado a otros, y no se puede salvar a sí mismo! - ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz! – Si es el Rey de Israel, que baje de la cruz, y creeremos en Él". Los soldados se burlaban también de Él. Cuando Jesús se desmayó, Gesmas, el ladrón de la izquierda, dijo: "Su demonio lo ha abandonado". Entonces un soldado puso en la punta de un palo una esponja con vinagre, y la arrimó a los labios de Jesús, que pareció probarlo. El soldado le dijo: "Si eres el Rey de los judíos, sálvate tú mismo". Todo esto pasó mientras que la primera tropa dejaba el puesto a la de Abenadar. Jesús levantó un poco la cabeza, y dijo: "¡Padre mío, perdonadlos, pues no saben lo que hacen!". Gesmas gritó: "Si tú eres Cristo, sálvate y sálvanos". Dimas, el buen ladrón, estaba conmovido al ver que Jesús pedía por sus enemigos. La Santísima Virgen, al oír la voz de su Hijo, se precipitó hacia la cruz con Juan, Salomé y María Cleofás. El centurión no los rechazó. Dimas, el buen ladrón, obtuvo en este momento, por la oración de Jesús, una iluminación interior: reconoció que Jesús y su Madre le habían curado en su niñez, y dijo en vos distinta y fuerte: "¿Cómo podéis injuriarlo cuando pide por vosotros? Se ha callado, ha sufrido paciente todas vuestras afrentas, es un Profeta, es nuestro Rey, es el Hijo de Dios". Al oír esta reprensión de la boca de un miserable asesino sobre la cruz, se elevó un gran tumulto en medio de los circunstantes: tomaron piedras para tirárselas; mas el centurión Abenadar no lo permitió. Mientras tanto la Virgen se sintió fortificada con la oración de su Hijo, y Dimas dijo a su compañero, que continuaba injuriándolo: "¿No tienes temor de Dios, tú que estás condenado al mismo suplicio? Nosostros lo merecemos justamente, recibimos el castigo de nuestros crímenes; pero éste no ha hecho ningún mal. Piensa en tu última hora, y conviértete". Estaba iluminado y tocado: confesó sus culpas a Jesús, diciendo: "Señor, si me condenáis, será con justicia; pero tened misericordia de mí". Jesús le dijo: "Tú sentirás mi misericordia". Dimas recibió en este momento la gracia de un profundo arrepentimiento. Todo lo que acabo de contar sucedió entre las doce y las doce y media, y pocos minutos después de la Exaltación de la cruz; pero pronto hubo un gran cambio en el alma de los espectadores, a causa de la mudanza de la naturaleza.

XXXII
Eclipse de sol – Segunda y tercera palabras de Jesús

48. Cuando Pilatos pronunció la inicua sentencia, cayó un poco de granizo; después el Cielo se aclaró hasta las doce, en que vino una niebla colorada que oscureció el sol: a la sexta hora, según el modo de contar de los judíos, que corresponde a las doce y media, hubo un eclipse milagroso del sol. Yo vi cómo sucedió, mas no encuentro palabras para expresarlo. Primero fui transportada como fuera de la tierra: veía las divisiones del cielo y el camino de los astros, que se cruzaban de un modo maravilloso; vi la luna a un lado de la tierra, huyendo con rapidez, como un globo de fuego. En seguida me hallé en Jerusalén, y vi otra vez la luna aparecer llena y pálida sobre el monte de los Olivos; vino del Oriente con gran rapidez, y se puso delante del sol oscurecido con la niebla. Al lado occidental del sol vi un cuerpo oscuro que parecía una montaña y que lo cubrió enteramente. El disco de este cuerpo era de un amarillo oscuro, y estaba rodeado de un círculo de fuego, semejante a un anillo de hierro hecho ascua. El cielo se oscureció, y las estrellas aparecieron despidiendo una luz ensangrentada. Un terror general se apoderó de los hombres y de los animales: los que injuriaban a Jesús bajaron la voz. Muchos se daban golpes de pecho, diciendo: "¡Que la sangre caiga sobre sus verdugos!". Otros de cerca y de lejos, se arrodillaron pidiendo perdón, y Jesús, en medio de sus dolores, volvió los ojos hacia ellos. Las tinieblas se aumentaban, y la cruz fue abandonada de todos, excepto de María y de los caros amigos del Salvador. Dimas levantó la cabeza hacia Jesús, y con una humilde esperanza, le dijo: "¡Señor, acordaos de mí cuando estéis en vuestro reino!". Jesús le respondió: "En verdad te lo digo; hoy estarás conmigo en el Paraíso". María pedía interiormente que Jesús la dejara morir con Él. El Salvador la miró con una ternura inefable, y volviendo los ojos hacia Juan, dijo a María: "Mujer, este es tu hijo". Después dijo a Juan: "Esta es tu Madre". Juan besó respetuosamente el pie de la cruz del Redentor. La Virgen Santísima se sintió acabada de dolor, pensando que el momento se acercaba en que su divino Hijo debía separarse de ella. No sé si Jesús pronunció expresamente todas estas palabras; pero yo sentí interiormente que daba a María por Madre a Juan, y a Juan por hijo a María. En tales visiones se perciben muchas cosas, y con gran claridad que no se hallan escritas en los Santos Evangelios. Entonces no parece extraño que Jesús, dirigiéndose a la Virgen, no la llame Madre mía, sino Mujer; porque aparece como la mujer por excelencia, que debe pisar la cabeza de la serpiente, sobre todo, en este momento en el que se cumple esta promesa por la muerte de su Hijo. También se comprende muy claramente que, dándola por Madre a Juan, la da por Madre a todos los que creen en su nombre y se hacen hijos de Dios. Se comprende también que la más pura, la más humilde, la más obediente de las mujeres, que habiendo dicho al ángel: "Ved aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", se hizo Madre del Verbo hecho hombre: oyendo la voz de su Hijo moribundo obedece y consiente en ser la Madre espiritual de otro hijo, repitiendo en su corazón estas mismas palabras con una humilde obediencia, y adopta por hijos suyos a todos los hijos de Dios, a todos los hermanos de Jesucristo. Es más fácil sentir todo esto por la gracia de Dios, que expresarlo con palabras, y entonces me acuerdo de lo que me había dicho una vez el Padre celestial: "Todo está revelado a los hijos de la Iglesia que creen, que esperan y que aman".

XXXIII
Estado de la ciudad y del templo - Cuarta palabra de Jesús

49. Era poco más o menos la una y media; fue transportada la ciudad para ver lo que pasaba. La hallé llena de agitación y de inquietud; las calles estaban oscurecidas por una niebla espesa; los hombres, tendidos por el suelo con la cabeza cubierta; unos se daban golpes de pecho, y otros subían a los tejados, mirando al cielo y se lamentaban. Los animales aullaban y se escondían; las aves volaban bajo y se caían. Pilatos mandó venir a su palacio a los judíos más ancianos, y les preguntó qué significaban aquellas tinieblas; les dijo que él las miraba como un signo espantoso, que su Dios estaba irritado contra ellos, porque habían perseguido de muerte al Galileo, que era ciertamente su Profeta y su Rey; que él se había lavado las manos; que era inocente de esa muerte; mas ellos persistieron en su endurecimiento, atribuyendo todo lo que pasaba a causas que no tenían nada de sobrenatural. Sin embargo, mucha gente se convirtió, y todos aquellos soldados que presenciaron la prisión de Jesús en el monte de los Olivos, que entonces cayeron y se levantaron. La multitud se reunía delante de la casa de Pilatos, y en el mismo sitio en que por la mañana habían gritado: "¡Que muera! ¡que sea crucificado!", ahora gritaba: "¡Muera el juez inicuo! ¡que su sangre recaiga sobre sus verdugos!". El terror y la angustia llegaban a su como en el templo. Se ocupaban en la inmolación del cordero pascual, cuando de pronto anocheció. Los príncipes de los sacerdotes se esforzaron en mantener el orden y la tranquilidad, encendieron todas las lámparas; pero el desorden aumentaba cada vez más. Yo vi a Anás, aterrorizado, correr de un rincón a otro para esconderse. Cuando me encaminé para salir de la ciudad, los enrejados de las ventanas temblaban, y sin embargo no había tormenta. Entretanto la tranquilidad reinaba alrededor de la cruz. El Salvador estaba absorto en el sentimiento de un profundo abandono; se dirigió a su Padre celestial, pidiéndole con amor por sus enemigos. Sufría todo lo que sufre un hombre afligido, lleno de angustias, abandonado de toda consolación divina y humana, cuando la fe, la esperanza y la caridad se hallan privadas de toda luz y de toda asistencia sensible en el desierto de la tentación, y solas en medio de un padecimiento infinito. Este dolor no se puede expresar. Entonces fue cuando Jesús nos alcanzó la fuerza de resistir a los mayores terrores del abandono, cuando todas las afecciones que nos unen a este mundo y a esta vida terrestre se rompen, y que al mismo tiempo el sentimiento de la otra vida se oscurece y se apaga: nosotros no podemos salir victoriosos de esta prueba sino uniendo nuestro abandono a los méritos del suyo sobre la cruz. Jesús ofreció por nosotros su misericordia, su pobreza, sus padecimientos y su abandono: por eso el hombre, unido a Él en el seno de la Iglesia, no debe desesperar en la hora suprema, cuando todo se oscurece, cuando toda luz y toda consolación desaparecen. Jesús hizo su testamento delante de Dios, y dio todos sus méritos a la Iglesia y a los pecadores. No olvidó a nadie; pidió aún por esos herejes que dicen que Jesús, siendo Dios, no sintió los dolores de su Pasión; y que no sufrió lo que hubiera padecido un hombre en el mismo caso. En su dolor nos mostró su abandono con un grito, y permitió a todos los afligidos que reconocen a Dios por su Padre un quejido filial y de confianza. A las tres, Jesús gritó en alta voz: "¡Eli, Eli, lamma sabactani!". Lo que significa: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?". El grito de Nuestro Señor interrumpió el profundo silencio que reinaba alrededor de la cruz: los fariseos se volvieron hacia Él y uno de ellos le dijo: "Llama a Elías". Otro dijo: "Veremos si Elías vendrá a socorrerlo". Cuando María oyó la voz de su Hijo, nada pudo detenerla. Vino al pie de la cruz con Juan, María, hija de Cleofás, Magdalena y Salomé. Mientras el pueblo temblaba y gemía, un grupo de treinta hombres de la Judea y de los contornos de Jopé pasaban por allí para ir a la fiesta, y cuando vieron a Jesús crucificado, y los signos amenazadores que presentaba la naturaleza, exclamaron llenos de horror: "¡Mal haya esta ciudad! Si el templo de Dios no estuviera en ella, merecería que la quemasen por haber tomado sobre sí tal iniquidad". Estas palabras fueron como un punto de apoyo para el pueblo, y todos los que tenían los mismos sentimiento se reunían. Los circunstantes se dividieron en dos partidos: los unos lloraban y murmuraban, los otros pronunciaban injurias e imprecaciones. Sin embargo, los fariseos ya no ostentaban la misma arrogancia que antes, y más bien temiendo una insurrección popular, se entendieron con el centurión Abenadar. Dieron órdenes para cerrar la puerta más cercana de la ciudad y cortar toda comunicación. Al mismo tiempo enviaron un expreso a Pilatos y Herodes, para pedir al primero quinientos hombres, y al segundo sus guardias para impedir una insurrección. Mientras tanto, el centurión Abenadar mantenía el orden e impedía los insultos contra Jesús, para no irritar al pueblo. Poco después de las tres, paulatinamente desaparecieron las tinieblas. Los enemigos de Jesús recobraron su arrogancia conforma la luz volvía. Entonces fue cuando dijeron: "¡Llama a Elías!".

XXXIV
Quinta, sexta y séptima palabras. Muerte de Jesús

50. Por la pérdida de sangre el sagrado cuerpo de Jesús estaba pálido, y sintiendo una sed abrasadora, dijo: "Tengo sed". Uno de los soldados mojó una esponja en vinagre, y habiéndola rociado de hiel, la puso en la punta de su lanza para presentarla a la boca del Señor. De estas palabras que dijo recuerdo solamente las siguientes: "Cuando mi voz no se oiga más, la boca de los muertos hablará". Entonces algunos gritaron: "Blasfema todavía". Mas Abenadar les mandó estarse quietos. La hora del Señor había llegado: un sudor frío corrió sus miembros, Juan limpiaba los pies de Jesús con su sudario. Magdalena, partida de dolor, se apoyaba detrás de la cruz. La Virgen Santísima de pie entre Jesús y el buen ladrón, miraba el rostro de su Hijo moribundo. Entonces Jesús dijo: "¡Todo está consumado!". Después alzó la cabeza y gritó en alta voz: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Fue un grito dulce y fuerte, que penetró el cielo y la tierra: en seguida inclinó la cabeza, y rindió el espíritu.

Juan y las santas mujeres cayeron de cara sobre el suelo. El centurión Abenadar tenía los ojos fijos en la cara ensangrentada de Jesús, sintiendo una emoción muy profunda. cuando el Señor murió, la tierra tembló, abriéndose el peñasco entre la cruz de Jesús y la del mal ladrón. El último grito del Redentor hizo temblar a todos los que le oyeron. Entonces fue cuando la gracia iluminó a Abenadar. Su corazón, orgulloso y duro, se partió como la roca del Calvario; tiró su lanza, se dio golpes en el pecho gritando con el acento de un hombre nuevo: "¡Bendito sea el Dios Todopoderoso, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; éste era justo; es verdaderamente el Hijo de Dios!". Muchos soldados, pasmados al oír las palabras de su jefe, hicieron como él. Abenadar, convertido del todo, habiendo rendido homenaje al Hijo de Dios, no quería estar más al servicio de sus enemigos. Dio su caballo y su lanza a Casio, el segundo oficial, quien tomó el mando, y habiendo dirigido algunas palabras a los soldados, se fue en busca de los discípulos del Señor, que se mantenían ocultos en las grutas de Hinnón. Les anunció la muerte del Salvador, y se volvió a la ciudad a casa de Pilatos. Cuando Abenadar dio testimonio de la divinidad de Jesús, muchos soldados hicieron como él: lo mismo hicieron algunos de los que estaban presentes, y aún algunos fariseos de los que habían venido últimamente. Mucha gente se volvía a su casa dándose golpes de pecho y llorando. Otros rasgaron sus vestidos, y se cubrieron con tierra la cabeza. Era poco más de las tres cuando Jesús rindió el último suspiro. Los soldados romanos vinieron a guardar la puerta de la ciudad y a ocupar algunas posiciones para evitar todo movimiento tumultuoso. Casio y cincuenta soldados se quedaron en el Calvario.

XXXV
Temblor de tierra – Aparición de los muertos en Jerusalén

51. Cuando Jesús expiró, vi a su alma, rodeada de mucha luz, entrar en la tierra, al pie de la cruz; muchos ángeles, entre ellos Gabriel, la acompañaron. Estos ángeles arrojaron de la tierra al abismo una multitud de malos espíritus. Jesús envió desde el limbo muchas almas a sus cuerpos para que atemorizaran a los impenitentes y dieran testimonio de Él. En el templo, los príncipes de los sacerdotes habían continuado el sacrificio, interrumpido por el espanto que les causaron las tinieblas, y creían triunfar con la vuelta de la luz; mas de pronto la tierra tembló, el ruido de las paredes que se caían y del velo del templo que se rasgaba les infundió un terror espantoso. Se vio de repente aparecer en el santuario al sumo sacerdote Zacarías, muerto entre el templo y el altar, pronunciar palabras amenazadoras; habló de la muerte del otro Zacarías, padre de Juan Bautista, de la de Juan Bautista, y en general de la muerte de los profetas. Dos hijos del piadoso sumo sacerdote Simón el Justo se presentaron cerca del gran púlpito, y hablaron igualmente de la muerte de los profetas y del sacrificio que iba a cesar. Jeremías se apareció cerca del altar, y proclamó con voz amenazadora el fin del antiguo sacrificio y el principio del nuevo. Estas apariciones, habiendo tenido lugar en los sitios en donde sólo los sacerdotes podían tener conocimiento de ellas, fueron negadas o calladas, y prohibieron hablar de ellas bajo severísimas penas. Pero pronto se oyó un gran ruido: las puertas del santuario se abrieron, y una voz gritó: "Salgamos de aquí". Nicodemus, José de Arimatea y otros muchos abandonaron el templo. Muertos resucitados se veían asimismo que andaban por el pueblo. Anás que era uno de los enemigos más acérrimos de Jesús, estaba así loco de terror: huía de un rincón a otro, en las piezas más retiradas del templo. Caifás quiso animarlo, pero fue en vano: la aparición de los muertos lo había consternado. Dominado Caifás por el orgullo y la obstinación, aunque sobrecogido por el terror, no dejó traslucir nada de lo que sentía, oponiendo su férrea frente a los signos amenazadores de la ira divina. No pudo, a pesar de sus esfuerzos, hacer continuar la ceremonia. Dijo y mandó decir a los otros sacerdotes que estos signos de la ira del cielo habían sido ocasionados por los secuaces del Galileo, que muchas cosas provenían de los sortilegios de ese hombre que en su muerte como en su vida había agitado el reposo del templo. Mientras todo esto pasaba en el templo, el mismo sobresalto reinaba en muchos sitios de Jerusalén. No sólo en el Templo hubo apariciones de muertos: también ocurrieron en la ciudad y sus alrededores. Entraron en las casas de sus descendientes, y dieron testimonio de Jesús con palabras severas contra los que habían tomado parte en su muerte. Pálidos o amarillos, su voz dotada de un sonido extraño e inaudito, iban amortajados según la usanza del tiempo en que vivían: al llegar a los sitios en donde la sentencia de muerte de Jesús fue proclamada, se detuvieron un momento, y gritaron: "¡Gloria a Jesús, y maldición a sus verdugos!". El terror y el pánico producidos por estas apariciones fue grande: el pueblo se retiró por fin a sus moradas, siendo muy pocos los que comieron por la noche el Cordero pascual.

XXXVI
José de Arimatea pide a Pilatos el cuerpo de Jesús

52. Apenas se restableció un poco la tranquilidad en la ciudad, el gran consejo de los judíos pidió a Pilatos que mandara romper las piernas a los crucificados, para que no estuvieran en la cruz el sábado. Pilatos dio las órdenes necesarias. En seguida José de Arimatea vino a verle; pues con Nicodemus habían formado el proyecto de enterrar a Jesús en un sepulcro nuevo, que había hecho construir a poca distancia del Calvario. Habló a Pilatos, pidiéndole el cuerpo de Jesús. Pilatos se extrañó que un hombre tan honorable pidiese con tanta instancia el permiso de rendir los últimos honores al que había hecho morir tan ignominiosamente. Hizo llamar al centurión Abenadar, vuelto ya después de haber conversado con los discípulos, y le preguntó si el Rey de los judíos había expirado. Abenadar le contó la muerte del Salvador, sus últimas palabras, el temblor de tierra y la roca abierta por el terremoto. Pilatos pareció extrañar sólo que Jesús hubiera muerto tan pronto, porque ordinariamente los crucificados vivían más tiempo; pero interiormente estaba lleno de angustia y de terror, por la coincidencia de esas señales con la muerte de Jesús. Quizá quiso en algo reparar su crueldad dando a José de Arimatea el permiso de tomar el cuerpo de Jesús. También tuvo la mira de dar un desaire a los sacerdotes, que hubiesen visto gustosos a Jesús enterrado ignominiosamente entre dos ladrones. Envió un agente al Calvario para ejecutar sus órdenes, que fue Abenadar. Le vi asistir al descendimiento de la cruz.

XXXVII
Abertura del costado de Jesús – Muerte de los ladrones

53. Mientras tanto el silencio y el duelo reinaban sobre el Gólgota. El pueblo atemorizado se había dispersado; María, Juan, Magdalena, María hija de Cleofás, y Salomé, estaban de pie o sentadas en frente de la cruz, la cabeza cubierta y llorando. Se notaban algunos soldados recostados sobre el terraplén que rodeaba la llanura; Casio, a caballo, iba de un lado a otro. El cielo estaba oscuro, y la naturaleza parecía enlutada. Pronto llegaron seis alguaciles con escalas, azadas, cuerdas y barras de hierro para romper las piernas a los crucificados. Cuando se acercaron a la cruz, los amigos de Jesús se apartaron un poco, y la Virgen Santísima temía que ultrajasen aún el cuerpo de su Hijo. Aplicaron las escalas a la cruz para asegurarse de que Jesús estaba muerto. Habiendo visto que el cuerpo estaba frío y rígido lo dejaron, y subieron a las cruces de los ladrones. Dos alguaciles les quebraron los brazos por encima y por debajo de los codos con sus martillos. Gesmas daba gritos horribles, y le pegaron tres golpes sobre el pecho para acabarlo de matar. Dimas lanzó un gemido, y expiró, siendo el primero de los mortales que volvió a ver a su Redentor. Los verdugos dudaban todavía de la muerte de Jesús. El modo horrible como habían fracturado los miembros de los ladrones hacía temblar a las santas mujeres por el cuerpo del Salvador. Mas el subalterno Casio, hombre de veinticinco años, cuyos ojos bizcos excitaban la befa de sus compañeros, tuvo una inspiración súbita. La ferocidad bárbara de los verdugos, la angustia de las santas mujeres, y el ardor grande que excitó en él la Divina gracia, le hicieron cumplir una profecía. Empuñó la lanza, y dirigiendo su caballo hacia la elevación donde estaba la cruz, se puso entre la del buen ladrón y la de Jesús. Tomó su lanza con las dos manos, y la clavó con tanta fuerza en el costado derecho del Señor, que la punta atravesó el corazón, un poco más abajo del pulmón izquierdo. Cuando la retiró salió de la herida una cantidad de sangre y agua que llenó su cara, que fue para él baño de salvación y de gracia. Se apeó, y de rodillas, en tierra, se dio golpes de pecho, confesando a Jesús en alta voz. La Virgen Santísima y sus amigas, cuyos ojos estaban siempre fijos en Jesús, vieron con inquietud la acción de ese hombre, y se precipitaron hacia la cruz dando gritos. María cayó en los brazos de las santas mujeres, como si la lanza hubiese atravesado su propio corazón, mientras Casio, de rodillas, alababa a Dios; pues los ojos de su cuerpo y de su alma se habían curado y abierto a la luz. Todos estaban conmovidos profundamente a la vista de la sangre del Salvador, que había caído en un hoyo de la peña, al pie de la cruz. Casio, María, las santas mujeres y Juan recogieron la sangre y el agua en frascos, y limpiaron el suelo con paños. Casio, que había recobrado toda la plenitud de su vista, estaba en una humilde contemplación. Los soldados, sorprendidos del milagro que había obrado en él, se hincaron de rodillas, dándose golpes de pecho, y confesaron a Jesús. Casio, bautizado con el nombre de Longinos, predicó la fe como diácono, y llevó siempre sangre de Jesús sorbe sí. Esta se había secado, y se halló en su sepulcro, en Italia, en una ciudad a poca distancia del sitio donde vivió Santa Clara. Hay un lago con una isla cerca de esta ciudad. El cuerpo de Longinos debe haber sido transportado a ella. Los alguaciles, que mientras tanto habían recibido orden de Pilatos de no tocar el cuerpo de Jesús, no volvieron.

XXXVIII
El descendimiento

54. El cielo estaba todavía oscuro y nebuloso cuando José y Nicodemus se fueron al Calvario: allí se encontraron con sus criados y las santas mujeres que lloraban sentadas en frente de la cruz. Casio y muchos soldados, que se habían convertido, estaban a cierta distancia, tímidos y respetuosos. José y Nicodemus contaron a la Virgen y a Juan todo lo que habían hecho para librar a Jesús de una muerte ignominiosa, y cómo habían obtenido que no rompiesen los huesos al Señor. Entre tanto llegó el centurión Abenadar, y luego comenzaron la piadosa obra del descendimiento de la cruz, para embalsamar el sagrado cuerpo del Señor. Casio se acercó también, y contó a Abenadar la milagrosa curación de la vista. Todos se sentían muy conmovidos, llenos de tristeza y de amor. Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. Fue un espectáculo muy tierno; tenían el mismo cuidado, las mismas precauciones como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús. Todos los circunstantes tenían los ojos fijos en el cuerpo del Señor y seguían sus movimientos, levantaban las manos al cielo, derramaban lágrimas y daban señales del más profundo dolor. Todos estaban penetrados de un respeto profundo, hablando sólo en voz baja para ayudarse unos a otros. Mientras los martillazos se oían, María, Magdalena y todos los que estaban presentes a la crucifixión, tenían el corazón partido. El ruido de esos golpes les recordaba los padecimientos de Jesús; temían oír otra vez el grito penetrante de sus sufrimientos. Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en sus brazos el cuerpo de su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies. Después de un rato, Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el sábado. María se despidió de Él en los términos más tiernos. Entonces los hombres lo tomaron de los brazos de su madre y lo llevaron a un sitio más bajo que la cumbre del Gólgota, que ofrecía gran comodidad para hacer el embalsamamiento. Lo hicieron en seguida y envolvieron después el santo Cuerpo en un gran lienzo blanco. Cuando todos se arrodillaron para despedirse de Él, se operó delante de sus ojos un gran milagro: el sagrado cuerpo de Jesús, con sus heridas, apareció representado sobre el lienzo que lo cubría, como si hubiese querido recompensar su celo y su amor, y dejarles un retrato a través de los velos que lo cubrían. Era un retrato sobrenatural, un testimonio de la divinidad creadora, que residía siempre en el cuerpo de Jesús.

XXXIX
Jesús metido en el sepulcro

55. Los hombres pusieron el sagrado Cuerpo sobre unas parihuelas de cuero, tapadas con un cobertor oscuro. Nicodemus y José llevaban sobre sus hombros los palos de delante, y Abenadar y Juan los de atrás. En seguida venían la Virgen, Magdalena y María Cleofás, después las mujeres que habían estado sentadas a cierta distancia, Verónica, Juana Chusa, María, madre de Marcos, Salomé, mujer de Zebedeo; María Salomé, Salomé de Jerusalén, Susana y Ana, sobrina de San José; Casio y los soldados cerraban la marcha. Se detuvieron a la entrada del jardín de José, que abrieron arrancando algunos palos, que sirvieron después de palancas para llevar a la gruta la piedra que debía tapar el sepulcro. Cuando llegaron a la peña, levantaron el santo Cuerpo sobre una tabla larga, cubierta de una sábana. Las santas mujeres se sentaron en frente de la entrada. Los cuatro hombres introdujeron el cuerpo del Señor, llenaron de aromas una parte del sepulcro, extendieron una sábana sobre la cual pusieron el Cuerpo y salieron. Entonces entró la Virgen, se sentó al lado de la cabeza, y se bajó, llorando, sobre el cuerpo de su Hijo. Cuando salió de la gruta, Magdalena entró y besó, llorando, los pies sagrados de Jesús; pero habiéndole dicho los hombres que debían cerrar el sepulcro, se volvió con las otras mujeres. Pusieron la tapa de color oscuro, y cerraron la puerta. Todos volvieron a la ciudad; José y Nicodemus encontraron en Jerusalén a Pedro, a Santiago el Mayor y a Santiago el Menor. Vi después a la Virgen Santísima y a sus compañeras entrar en el Cenáculo; Abenadar fue también introducido, y poco a poco la mayor parte de los Apóstoles y de los discípulos se reunieron en él. Tomaron algún alimento, y pasaron todavía unos momentos reunidos llorando y contando lo que habían visto. Los hombres cambiaron de vestido, y los vi después, debajo de una lámpara, orar.

LX
Los judíos ponen guardia en el sepulcro

56. En la noche del viernes al sábado vi a Caifás y a los principales judíos consultarse respecto de las medidas que debían adoptarse, vistos los prodigios que habían sucedido y la disposición del pueblo. Al salir de esta deliberación, fueron por la noche a casa de Pilatos, y le dijeron que como ese seductor había asegurado que resucitaría el tercer día, era menester guardar el sepulcro tres días; porque si no, sus discípulos podían llevarse su Cuerpo y esparcir la voz de su Resurrección. Pilatos, no queriendo mezclarse en ese negocio, les dijo: "Tenéis una guardia: mandad que guarde el sepulcro como queráis". Sin embargo, les dio a Casio, que debía observarlo todo, para hacer una relación exacta de lo que viera. Vi salir de la ciudad a unos doce, antes de levantarse el sol; los soldados que los acompañaban no estaban vestidos a la romana, eran soldados del templo. Llevaban faroles puestos en palos para alumbrarse en la oscura gruta donde se encontraba el sepulcro. Así que llegaron, se aseguraron de la presencia del cuerpo de Jesús; después ataron una cuerda atravesada delante de la puerta del sepulcro, y otra segunda sobre la piedra gruesa que estaba delante, y lo sellaron todo con un sello semicircular. Los fariseos volvieron a Jerusalén, y los guardas se pusieron enfrente de la puerta exterior. Casio no se movió de su puesto. Había recibido grandes gracias interiores y la inteligencia de muchos misterios. No acostumbrado a ese estado sobrenatural, estuvo todo el tiempo como fuera de sí, sin ver los objetos exteriores. Se transformó en un nuevo hombre, y pasó todo el día haciendo penitencia y oración. Después de la Resurrección del Señor, dejó la milicia y se juntó con los discípulos. Fue uno de los primeros que recibieron el bautismo, después de Pentecostés, junto con otros soldados convertidos al pie de la Cruz.