lunes, 10 de noviembre de 2008

Nadie te ama como yo (Martín Valverde)



Corría la primavera de 1962 y Mercedes, una joven de 16 años, al saberse embarazada y en su situación de joven adolescente y soltera, decidió ir al único lugar donde podía encontrar paz y luz para su situación.

Entró a una Parroquia de los dominicos en San José, conocida en el barrio como “La Dolorosa”, se arrodilló delante del Santísimo Sacramento y le pidió su ayuda y su protección, le dijo a Dios: “Este niño que traigo en mi vientre es más tuyo que mío, te lo consagro desde ahora, sé Tú su Padre”; a su izquierda estaba la imagen del primer Santo de América canonizado por Juan XXIII y Merceditas agregó: “Si me regalas un varón le pondré el nombre de este Santo y lo dejaré bajo su protección”. Como supondrán bien, se trataba de San Martín de Porres.

A Costa Rica le dicen la Suiza de América porque tiene unos paisajes y montañas preciosas; es un país acostumbrado a la paz y lleno de fe, de música, de gente sencilla y, de entre ella, salió Martín.

Nació en San José la capital, el 19 de enero de 1963, en el hospital San Juan de Dios.

Sus padres, Enrique y Mercedes eran muy jóvenes, prácticamente niños ya con la responsabilidad de un hijo, por lo que después de mil consideraciones Martín quedaría bajo la tutela de la abuela materna.

Por una de esas “Diosidencias” de la vida, en una conversación de la que Martín fue testigo (tenía 5 años pero se acuerda) entre su tía Marta y su instructor de manejo, el señor Castegnaro, se decidió que ingresara al Colegio Salesiano Don Bosco.

”El DonBos” como le dicen sus alumnos, vino a ser el seno familiar de Martín, su centro de actividades espirituales, deportivas, artísticas, en fin, su todo, su casa, su ser.

Estudió once años en esa institución que hizo nacer en él el amor por María Auxiliadora y por los jóvenes. Ya Don Bosco decía que “la Iglesia sin música era como un cuerpo sin alma”, y fueron los Salesianos y su filosofía los encargados de darle alma a la vocación que nacía en el corazón de Martín.

Primero fueron los coros para cantar las Misas (que no eran pocas) en el Colegio y fuera de él, en su Parroquia. Después nació la idea (muy a tiempo por cierto) de formar el primer grupo musical del Colegio, donde Martín desarrollaría sus primeros pero muy firmes pasos en el amor a la música y la comunicación. Este grupo le regalaría al Colegio una época de oro con respecto a la música, y la prueba es una cantidad grande de trofeos de Festivales de la Canción colegiales y nacionales que están en los estantes de la Institución.

El padre Juan Gamboa (los que se acuerden de la historia de la canción “Cuando llegue a viejo”), fue el alma mater de la infancia de Martín y por otro lado, el padre Jorge Miranda sería su promotor musical y padrino de confirmación; él fue quien lo animó a seguir la carrera musical aún en contra de la opinión de la familia más cercana. Este vital período de formación transcurrió del 69 al 79.

En 1980 llegó la universidad (Universidad de Costa Rica, UCR), su Conservatorio y sus muy interesantes influencias; toda una variedad de entes. Martín tuvo que trabajar justamente en esto de la música para poder pagarse los estudios.

La música lo era todo y más para él en este momento: conciertos, canciones de moda, bailes, serenatas y todo lo relacionado con este arte centraba su mente y sus sueños (mientras tanto, Dios estaba fuera de programa), además que el país facilitaba este tipo de desarrollo musical en la generación de ese entonces.

En medio de todo, su hermana Grettel, de 15 años, llegó un día a la casa con la noticia de que se había encontrado con el Señor Jesús en un campamento de jóvenes.

Martín no entendió esto y, para su propia sorpresa, la noticia de su hermana lo puso furioso pues había sido él quien había cantado en las Misas, estudiado en un Colegio católico y… ¡Dios había elegido a su hermana menor para salvar al resto de la familia!.

El remate de ese momento fue cuando se le dio la noticia de que su mamá estaba desahuciada, con un cáncer en la matriz que se estaba expandiendo y que significaba dos meses de vida para ella.

Dios actuó con misericordia y con poder pues Doña Mercedes (así le decían todos) se sanó de aquel cáncer. Esto, más la oración y terca evangelización de su hermana acercaron a Martín finalmente a los pies de Jesús un inolvidable 8 de julio de 1981, fecha en la que volvería a nacer, en un campamento para jóvenes en las montañas de Heredia, en Costa Rica.

Su nueva etapa se desarrolló en el Movimiento Juventud Nueva, una entidad ecuménica que se especializa en los campamentos y la recreación juvenil; el trabajo es muy enriquecedor especialmente en la formación bíblica y proyecta la visión de compartir con jóvenes de otras denominaciones, reafirmando su identidad católica al mismo tiempo.

Esta etapa dejó preparado a Martín para continuar con un espíritu de unidad y apoyar, sin subrayar diferencias, todo lo que contribuye a la unidad entre los cristianos, católicos y no católicos. Esto ha permitido que su música también trascienda en el área de los hermanos de otras denominaciones.

En estos primeros días de encuentro nació también Dynamis, grupo musical para la evangelización de los jóvenes, fundado por Martín.

El 17 de octubre de 1981 en el Auditorio de la Clínica Carlos Durán, en San José, se dio el primero de cientos de conciertos que Dios había pensado para este apostolado tan marcado entre los jóvenes, desde hace casi un cuarto de siglo.

1984 fue un año decisivo, Martín y la Banda Dynamis de ese entonces, fueron invitados por el Padre Alfonso Navarro y el Sistema Integral de la Nueva Evangelización (SINE) a dar una serie de conciertos en el sur de la ciudad de México, como apoyo a una misión evangelizadora. Un 2 de agosto (día de la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica) tocó suelo mexicano e inició insospechadamente la preparación de la plataforma latinoamericana de su apostolado.

Su colaboración en el SINE fue de un año y medio antes de seguir su propio llamado específico a la música y a los jóvenes.

México vino a reafirmar las raíces católicas del corazón de Martín y sería su nuevo país, desde cual va preparando sin saberlo aún, su plataforma para el resto de América Latina y Europa.

En 1986 Martín unió su vida a Elizabeth, su alma gemela, esposa y principal colaboradora en todo el trabajo.

Lizzy, como le decimos de cariño, se considera a sí misma una misionera de retaguardia y, sin embargo, en palabras del mismo Martín: “Nada, absolutamente nada, se hubiera podido alcanzar sin la participación vital de ella en la oración y en estar ahí apoyando, no al artista o al predicador, sino a su esposo y mejor amigo”.

En octubre 30 de este mismo año, su hermana Grettel, la evangelizadora de Martín, se fue al encuentro del Padre celestial. La semilla que ella sembró sigue dando frutos en abundancia y Martín dice estar seguro que su influencia allá en la Comunión de los Santos debe ser el detonante de su trabajo y ministerio. El dolor fue grande, pero mayor era y es la certeza y la paz de la eternidad.

Las vivencias de estos primeros años en México purificaron y restauraron el alma de Martín, preparándolo para la misión que hoy realiza.

En 1989, después de un año en la ciudad de Tehuacán, Puebla, fue invitado a Guadalajara a colaborar en el área juvenil del proyecto Evangelización 2000, lo que propició su labor en el resto de América Latina.

Permaneció un año en este servicio para después seguir por cuenta propia y al lado de su Arquidiócesis en Guadalajara.

En esta ciudad, Martín y Lizzy fundaron Dynamis (hasta ese momento era sólo el nombre de la Banda) y, en pequeños pero muy firmes pasos de fe, se desarrolló la empresa de arte católico que hoy formamos una gran familia en el Señor en México y por toda América Latina.

La lista de eventos y de producciones, por la Gracia de Dios, es muy amplia, pero podemos decir que: Prácticamente toda América Latina hispana y portuguesa ha sido visitada para conciertos y eventos magnos, las zonas hispanas de USA y Canadá; España, Portugal e Italia y, como la cereza en el pastel, Moscú en Rusia, lo que significa más de medio millón de personas que anualmente han asistido a los conciertos.

Se han realizado más de 30 producciones, en audio y vídeo, en cuatro idiomas; libros y charlas de formación para músicos y jóvenes, además de trabajar en proyectos especiales por petición de la jerarquía de la Iglesia:

Felipillo es Santo, con motivo del aniversario de la canonización de San Felipe de Jesús.

La canción para San Juan Diego, el Águila que ama.

Bella Dama, para la estancia del Papa Juan Pablo II en enero del '99, en México.

Lenguas de Fuego, para el Año del Espíritu Santo, como proyecto del CELAM.

El don que el Señor ha confiado a Martín ha tenido frutos en su proyección para la Gloria de Dios.

Aprovechando la coyuntura del Encuentro Intercontinental de Jóvenes, Martín Valverde convocó a otros músicos evangelizadores de América para formar una Asociación llamada RED MAGNÍFICAT que se fundó en Chile el 12 de octubre de 1998 (día de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil, de la Virgen del Pilar en España y de Nuestra Señora de Zapopan en Guadalajara).

La RED en sus inicios incluyó músicos de 13 países y se planteó como objetivo pescar y trabajar para el Señor en Red, bajo el amparo de la Virgen de Guadalupe, Patrona de América.

Hoy su mamá y su hermana están juntas en la Eternidad, y sabemos que desde ahí interceden por el trabajo de su hijo y su hermano.

Martín vive en Guadalajara con su esposa Elizabeth y sus tres hijos: Martín Gerardo, María Daniela y Jorge Pablo. Y desde ahí, codo a codo con el trabajo pastoral de la Arquidiócesis, junto con sus amigos de Dynamis y la RED, se evangeliza a través de la música a donde el Señor así lo quiera.

(fuente: http://www.dynamis.com.mx/martin-valverde/)

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